En los Estados Unidos, a poco que presumes de un doctorado, un proyecto de investigación o un artículo publicado en una revista científica de prestigio, tu interlocutor va y suelta la frase típica: «Oye, y si eres tan listo, ¿por qué no eres rico?».

Hace mucho tiempo que los yanquis exportaron al mundo entero la cuenta corriente como criterio mejor para la consideración social de una persona. Si antes era el apellido, el talento, el aspecto o el don de gentes lo que llamaba la atención y creaba reputaciones sólidas, ahora la cosa va de dinero, sin más. Con el añadido de que el origen de la fortuna cae a menudo en la zona gris de la sospecha peor. Recuerdo los años aquellos en los que el entonces ministro de Felipe González Miguel Boyer se atrevió a expropiar Rumasa y, con ella, todos los negocios de Ruiz Mateos incluida la cadena de almacenes Galerías Preciados. La compró, me parece que al contado, un magnate sudamericano de muchos posibles como es lógico y, al entrevistarle un periodista de por aquí, salió la cuestión de cómo había conseguido hacerse con semejante fortuna. El hombre aclaró que se hizo con ella «de la forma más honrada que existe». Y al pedirle que precisase, la respuesta fue genial: «La he heredado».

Fue una lástima que el osado reportero no siguiese el argumento preguntando de dónde había salido la fortuna en su inicio, porque es ésa la cuestión crucial. Seguir la cadena de los herederos nos llevaría de nuevo al mundo de la aristocracia, con el dinero y no las tierras como patrimonio transmitido esta vez, pero tuvo que haber una vez primera que llenó la cuenta corriente con un saldo de muchísimos ceros.

Hoy la forma como se logra una riqueza brutal se ha convertido en casi banal porque el origen de las grandes fortunas tiene que ver con la especulación, con el narcotráfico, con Internet o con todo a la vez. Si dejamos de lado patrimonios difíciles de calcular, como el del Vaticano, el éxito se reduce a esos pocos enunciados. Los magnates rusos y árabes compran clubs de fútbol y jugadores estrella en vez de cuadros de pintores impresionistas pero en el fondo da lo mismo. Lo que cuenta es que las estadísticas nos indican que el 50% de la riqueza del mundo está en manos de ocho personas, de las que ninguna ha heredado una cantidad significativa de su fortuna. Tampoco ninguno de ellos es científico, músico, escritor o artista; ni siquiera actor de cine. Los grandes multimillonarios venden cosas, la mayor parte de ellas relacionadas con el mundo de la digitalización. Y en esas leo un titular de los que monopolizan los diarios en el verano. Es una frase de José Luis Cuerda, el director de la película más seria que se ha rodado jamás en España, Amanece, que no es poco. Según Cuerda, el animal más tonto que existe es el milmillonario. Pues va a ser que en los Estados Unidos andan equivocados.