Es bueno que los políticos observen a los linces. Son estos animales con larga visión, mucha vista, gran agudeza y agilidad. Capaces de dominar su entorno y de proteger de manera óptima a su prole, moviéndose según los acontecimientos. Pero no al azar. Los políticos son más de luces cortas. Ya saben aquello de que un estadista piensa en las próximas generaciones pero un político en las próximas elecciones. Se le atribuye a Churchill, que se habría enamorado de la manzanilla y el fino si alguien lo hubiera invitado a Doñana. También se habría hecho adicto a sus atardeceres, a la inmensidad de ese cielo de fuego y nubes; tal vez a la prosa y poesía de Caballero Bonald, que tomó Doñana como uno de sus territorios literarios. El otro día en una entrevista: «Un buen poema es la máxima temperatura que puede alcanzarse manejando el idioma. Un buen poema justifica toda una vida. Ojalá me llegue algún día ese buen poema». A Sánchez lo que le ha llegado es la Merkel. Con su marido, discreto y con gorrita. El presidente del Gobierno y su esposa han sido anfitriones de la canciller y de su cónyuge. Ha habido almuerzos, ocio, paseos entre dunas, conversaciones de Estado, o no, y una visita al centro de recuperación del lince ibérico. Los titulares más progres decían que Merkel y Sánchez exhibían sintonía. Los más críticos, que Merkel ha instado a Sánchez a endurecer su política de inmigración. No sabemos si Begoña Gómez pudo meter baza en esa charla o aún no le ha dado tiempo a empaparse de la realidad de África luego de su nombramiento flamante en el Instituto de Empresa como directora del 'África center'.

No hay que ser un lince para saber que esto conviene a España. Esto es la buena relación con Alemania, que es tanto decir con la UE. Conviene a Sánchez, que se da marketing, cosa que en su Gobierno es tan importante como la acción. Y conviene al lince, que va sobreviviendo como especie y que mira con ojos curiosos a los humanos que se acercan a verlo. Sin distinguir. Ya sean proletas o jefes de Gobierno muy poderosos. La mirada del lince nos iguala. Le da igual que sean humanos de larga vista o miopes. Estaría bien entrevistar al lince. Qué le pareció Rajoy a usted, señor lince; o qué le pareció Zapatero. O incluso si es un lince longevo, qué tal el trato con Felipe González, que inauguró ese dulce veranear gaditano, alejado del mundanal madrileñismo político. ¡Otro rebujito, que es la hora!