Casas malditas

Lo penúltimo que nos faltaba es que quintupliquen la tributación a las viviendas vacías. Supongo que el lumbreras que ha ideado esta nueva sangría al contribuyente tendrá en su mente preclara la idea de solicitados pisos en las ciudades, cerrados al mercado por el egoísmo o la usura de sus ruines dueños. Muy bien. Muera el capitalismo asesino.

Pero ¿qué pasa con nuestros pueblos, casi deshabitados, donde un millón de casas vacías se mueren de pena y sólo suponen una onerosa carga para sus dueños sin que puedan evitarlo? En mi pueblo, que no es de los peores, la cuarta o quinta parte de las casas están vacías, y la mitad de ellas en venta; y así se tiran lustros porque nadie las quiere ni regaladas. Tampoco pueden alquilarse, sencillamente porque la demanda es cero. ¿Entiende esto Pedro Sánchez?

Ahora quiere sacudir a un millón de infelices un zurriagazo fiscal por haber tenido la mala suerte de heredar una o dos casas que no valen nada. Muy bonito, hombre. Probablemente este señor no sepa que, a partir de cierto límite, la avidez recaudatoria se convierte en algo inmoral. Y él está a punto de rebasarlo.

Pablo Alejandre Calviño. Málaga

Instrucciones para vivir eternamente

Dice la Wikipedia: «Ser es lo que llamamos la esencia o la naturaleza de algo». Aunque Heidegger advierte: «El lenguaje es casa del ser». En el himno 10.125,verso 4, del Rig Veda nos dice: «El que come comida, el que verdaderamente ve, el que respira, el que oye lo que se dice, lo hace a través del lenguaje. Aunque ellos no se dan cuenta, habitan en mí». También Platón (Cratilo), nos cuenta: «Los nombres están relacionados con las cosas sinnecesidad de que los hombres lo acuerden».

Por otra parte, los egipcios pensaban que escribir el nombre de uno era asegurarse la eternidad. Dice la Biblia que en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. También nos asegura que Dios es el único que tiene ser en sí mismo.Cada vez que decimos «yo soy esto».

Debido al mundo dual en que nos movemos, estamos afirmando un «yo no soy aquello» y todas esas negaciones son aparcadas y arrinconadas en un saco, que Jung y los suyos llaman «sombra». Por todo ello, se deduce que si el lenguaje es la casa del ser, la escritura es la sombra de éste. Y por lo tanto, al igual que nuestra sombra nos arraiga a la tierra mientras estamos vivos, nos enraizamos a la vida con nuestros escritos. Quiere esto decir que, si quieres vivir para siempre: escribe un libro, un artículo, una carta… ¡Escribe! Y deja, eternamente, tu sombra impresa en un papel. De aquí viene el ansia inconsciente de los escritores por publicar.

Venancio Rodríguez Sanz. Málaga