Esa turista británica que veraneaba en Benidorm y a la que le pareció mal que en España hubiera tantos españoles (ha puesto una denuncia) resulta admirable. La agencia de viajes ha intentado indemnizarla con un puñado de euros, pero creo que a ella le ha parecido poco. Ya veremos en qué acaba todo esto, pero el juicio, si se lleva a cabo, promete interés. De entrada, es posible que el magistrado llame a declarar a varios millones de personas de las que vivimos en España para cerciorarse de que somos españolas. Significa que las denuncias hay que demostrarlas. A mí que no me digan que en Cataluña viven muchos catalanes sin datos en la mano. A lo mejor está llena de vascos, por poner un ejemplo. La denuncia de la señora, en fin, exigirá un desfile de testigos entre los cuales quizá nos encontremos usted y yo. Todo depende del criterio del juez. Preparémonos, pues, para viajar a Londres. Así, de paso, al regresar a España podríamos denunciar que los ingleses hablaban demasiado en inglés.

Hay otro asunto: el juez británico debería aceptar, para iniciar el proceso, que la abundancia de españoles en España constituye alguna clase delito. Y yo creo que sí. También me parece que hay demasiados alemanes en Alemania, incluso demasiados suecos en Suecia. Europa está completamente desequilibrada. Lo lógico es que nos repartiéramos un poco. No tiene sentido encerrar a las personas de una nacionalidad dentro de las mismas fronteras. Los italianos ganarían mucho si dos terceras partes de su población (es una cifra) fueran francesas. Un italiano francés constituiría un éxito biológico sin precedentes. Descartes y Miguel Ángel dentro del mismo cuerpo. Aún no hemos decidido qué haríamos con los italianos sobrantes, pero estamos en el principio de una revolución: cuando lleguemos a ese puente (si resiste) lo cruzaremos.

Lo que viene a demostrar todo esto es que Bruselas no se ocupa de los asuntos verdaderamente importantes de la Unión. Sabemos de buena tinta que en Bélgica hay muchos belgas: quizá por eso miran hacia otro lado, por miedo a ser víctimas de una denuncia como la que la turista británica ha puesto a los españoles. Pero mirar hacia otro lado no sirve de nada. Lo problemas se resuelven cuando se acepta su existencia.