Guerra entre dos primeras espadas del ecologismo francés. La actriz Brigitte Bardot se retiró hace décadas de los platós pero los focos se dirigen hacia ella al instante cuando monta alguna barricada verbal. La última, contra el ministro de Transición Ecológica, Nicolas Hulot. Se supone que ambos comparten los mismos objetivos pero la antipatía mutua supera a sus intereses comunes. El origen de la disputa está, principalmente, en la intención de promover una consulta pública sobre varios decretos relacionados con las cuotas de caza tradicionales, algo a lo que la protagonista de Babette se fue a la guerra (a la que cantó el mismísimo Víctor Manuel) se opone con uñas y dientes. Y eso que la mítica BB visitó el mes pasado a Emmanuel Macron para saber de qué pie cojea el presidente en política animal. Salió feliz y contenta del Elíseo: «Llena de esperanza e impaciencia».

Pero pisó un chasco

Nada hacía presagiar la tormenta posterior. Bardot, de 83 años, que no tiene pelos en la lengua y presume de ser políticamente incorrecta («hay muchas actrices que van provocando a los productores», denunció al estallar el escándalo de las, según ella, «hipócritas y ridículas» acusaciones de abusos sexuales en Hollywood) sacó la artillería pesada para cargar contra el ministro del ramo, un «ministro que actúa como si no tuviera poder alguno. Es un cobarde de primera categoría. Un indeciso. Un tipo que no sirve para nada». ¡Que dimita! Será un cobarde, pero Hulot tuvo las agallas para descolgar el teléfono y llamar a la enfurecida protagonista de Y Dios creó a la mujer.

Y, según ella, «un Nicolas Hulot rabioso» al otro lado de la línea la trató de «cobarde, de meliflua ante el presidente». Y le confesó que sus expedientes «estaban bloqueados por el Elíseo y que no podía hacer nada». Cuenta Bardot que, ni corta ni perezosa (y eso que el ministro la despertó a las diez de la mañana de un domingo, a quién se le ocurre), colgó al cabreado Hulot cuando éste la habló de reintroducir osos en los Pirineos. Y el político no tardó en responder a la afrenta: «¿De qué lado queda la cobardía cuando se insulta desde la distancia, tranquilamente desde su propiedad (en Saint-Tropez) y se hace demagogia sobre los animales?», se preguntó, ofendido. Y remachó: «No soporto más a los demagogos de cualquier calaña. No dudo de que ella haya trabajado mucho por la causa animal pero debe dejar de dar consejos a distancia». Y un aviso que parece una amenaza: «No utilizo a los medios para abrir mis úlceras. Pero si ella funciona así, me va a encontrar sobre el terreno».

No es un conflicto que estalle de un día para otro. Ni mucho menos. Lleva larvándose desde hace tiempo, sobre todo desde que la actriz (que calificó las corridas de toros como «esa monstruosa comedia donde la sangre corre a raudales; ese espectáculo mortífero creado por sádicos degenerados») se sintió profundamente decepcionada por la forma de afrontar políticamente la protección de los caballos y el abatimiento de lobos. Y, ahora, las cuotas de caza. Incroyable! Consciente de que no da buena imagen tener a Bardot lanzando diatribas desde su retiro dorado, Macron le abrió las puertas del Elíseo y parece que la calmó con su conocida habilidad para decir a los demás lo que quieren escuchar. Hulot, un icono del ecologismo francés y personaje mediático a más no poder, es menos versallesco. Comparte con Bardot las dos últimas letras del apellido, como jocosamente apuntan algunos internautas en el fragor de la batalla tuitera, pero poco más. La guerra no ha hecho más que empezar.