No ha sorprendido que la Junta de Andalucía cierre el chiringuito por vacaciones, será porque los colegios cierran y nuestra presidenta, pese a no estar en edad escolar, se ha dado recreo ella y los suyos como si en Andalucía en agosto no hubiesen problemas que resolver. Lo que sí ha llamado la atención es que la austera, la del pueblo, pase sus vacaciones en un hotel que cuesta más de mil euros por noche al puro estilo Donald Trump o Pablo Iglesias. Lo importante es que los caprichos se los costee cada uno de su bolsillo, y de eso no me cabe duda. Pero también hemos de quedarnos con otra realidad y es que ambos, la socialista y el podemita, representan la nueva izquierda, esa que vive a cuerpo de rey a costa de los que no le llega la camisa al cuerpo.

No es que esté bien ni mal el lujo o la ostentación, cada cual vive como quiere, o como su economía le permite, pero por pudor uno debe acomodar sus costumbres conforme a aquello que predica, lo contrario es impostar, y el socialismo andaluz imposta y mucho. Sus dirigentes son ti@s del taco que viven de lo social pero al más puro estilo capitalista. A todo el mundo le gusta lo güeno aunque para seguir arañando votos algunos prefieran ocultarlo.

Y ya que hablamos de ocultar, es lo que viene haciendo la Junta de Andalucía con el trato que da en nuestra comunidad a los menores inmigrantes no acompañados. Donald Trump al contario se jacta y presume de lo que hace con los suyos pero, salvando esa diferencia, el proceder en uno y otro sitio es bien parecido.

Allí se les separa de sus padres en la frontera con Méjico, aquí a los menores no acompañados, o lo que es lo mismo aquellos que llegan a nuestra tierra sin familia y cuya custodia y tutela tiene que asumir la Junta de Andalucía, se les trata al más puro estilo americano.

Se les hacina en centros que no reúnen las condiciones para que vivan, con un mínimo de dignidad, ningún menor. Pese a haber algún centro de menores cerrado se recurre a la falta de espacio para justificar lo injustificable: acostarlos en suelos, pasillos, baños, etc. No hay personal suficiente para atenderlos, las cocinas no están dimensionadas para dar de comer a tantos como alojan y por tanto la alimentación es deficiente. Los centros no se dotan de la vigilancia necesaria para evitar los altercados y peleas provocadas por la tensión que genera tanto hacinamiento, y lo que es peor no se les custodia. Sólo el año pasado se fugaron más de cuatrocientos menores inmigrantes de centros de la Junta de Andalucía. Sin duda aliviaron la capacidad de dichos centros, como se alivian el mismo día que cumplen los dieciocho años y se les echa a la calle sin más rumbo ni futuro que dormir a la intemperie.

Ni la falta de previsión, ni la llegada masiva por el efecto llamada del gobierno de la nación debe servir de excusa para justificar el trato que se dispensa en Andalucía a los menores que llegan. Son personas, están aquí y como tales deben ser tutelados y alojarlos en sitios dignos, no hoteles de mil euros la noche como la Presidenta de la Junta, pero sí donde se reúnan las condiciones mínimas que merece todo ser humano que, vengan de donde vengan, también lo son.