La huelga de Ryanair ha servido para recordarnos las condiciones salariales y laborales del personal de esa compañía irlandesa, que explican en buena medida la posibilidad y proliferación de los vuelos baratos.

En muchos casos cuesta mucho menos un vuelo de ida y vuelta a cualquier ciudad europea que coger el taxi hasta el aeropuerto, lo que parece en principio un auténtico despropósito.

Ello es posible porque en ese tipo de compañías los pilotos muchas veces están contratados como autónomos -es decir son falsos autónomos- y el personal de tierra está además mal pagado.

Ocurre con ese tipo de vuelos como con los artículos que compramos en las grandes cadenas de ropa de confección: los bajos precios son sólo posibles a costa de la explotación de muchos, algo que, como normalmente no se ve, no parece importar demasiado.

La prensa ha denunciado también en más de una ocasión el hecho de que los aviones de algunas compañías vuelen muchas veces con el queroseno casi justo, lo que hace que se produzcan situaciones de emergencia si por alguna razón el aparato ha de sobrevolar más tiempo del previsto un aeropuerto.

Por su población -más de 82 millones- y las ansias viajeras de sus ciudadanos, Alemania es uno de los países que más uso hacen de los viajes aéreos: actualmente se registran unos 119 millones al año frente a 67 millones hace veinte años. Sube no sólo allí sino en todas partes el número de vuelos y bajan continuamente las tarifas. Así ¿hasta cuándo?

La exagerada proliferación de esos vuelos, tan utilizados en las horripilantes despedidas de soltero, consistentes muchas veces en emborracharse en cualquier lugar -da igual- distinto de donde viven el novio y sus amigos, es un poderoso factor del llamado «efecto invernadero».

Los investigadores del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (Alemania) se han dedicado a medir con un instrumento instalado en el vientre de un Airbus las emisiones de CO2 que despiden los aviones: alrededor de mil millones de toneladas anuales para el conjunto de la aviación, según algunos cálculos.

Es bastante menos que lo que genera el tráfico rodado -un 3% frente a un 17%, respectivamente- pero, como explica el semanario Die Zeit, el CO2 no es el único problema sino que hay que añadir el resto de las substancias emitidas: aerosoles, monóxido de carbono, óxido nítrico, entre otras.

Todas ellas contribuyen a la formación en las altas capas de la atmósfera, donde la humedad puede llegar al 100%, de nubes artificiales, de las que se sospecha que calientan el planeta, a diferencia de las naturales, que, por el contrario, lo refrigeran.

Meteorólogos del instituto Max Planck han calculado que por culpa de las emisiones tóxicas de los aviones se funden cada año 6.000 metros cuadrados del Ártico, pese a lo cual en el acuerdo de París sobre el cambio climático no se tuvo eso en cuenta.

Los expertos calculan que para que se cumplan los objetivos de ese acuerdo, del que se desvincularon los Estados Unidos de Donald Trump, cada habitante del planeta debería generar anualmente un máximo de 2,3 toneladas de CO2, lo que incluye en principio todas sus actividades, vuelos incluidos.

Hay cosas que se podrían hacer y que, sin embargo, no se hacen para alcanzar los objetivos propuestos en la capital francesa: una es reducir drásticamente los transportes por carrera así como los vuelos y recurrir cada vez más al ferrocarril, lo cual es posible y recomendable, sobre todo si se trata de viajes dentro del mismo país.

El problema es que si volar es tan barato es porque los estados fomentan de una manera u otra ese tipo de actividad: Holanda es por ejemplo el único país que grava el queroseno. En lugar de subvencionar los vuelos, habría que incluir en el precio los costes derivados del impacto negativo en el cambio climático.

El problema es que hay una generación demasiado acostumbrada a los vuelos baratos, y ya se sabe que cambiar de hábitos es algo que cuesta mucho a la gente. Pero para eso están los gobiernos, que deberían hacer lo contrario de lo que hacen ahora: invertir en la vía férrea y fomentar ese tipo mucho más limpio de transporte.

Todos saldríamos ganando, y el planeta y las generaciones futuras nos lo agradecerían.