Hoy estamos de vuelta. Y no porque a algunos el pan y circo del Franco show por real decreto nos suene a lo de siempre, que también. Estamos de vuelta ciclista a España con una contrarreloj por la mejor Málaga televisada en abierto. La capital de la Costa del Sol será hoy, con la banda sonora de La vida son sólo dos días, esa rumbita de Nuria Fergó, la madre de todas las batallas que se libran a pedales y dos ruedas.

Banderas en el cuadro

«El padre de todos nosotros» llamó Picasso a Cezanne, el gran pintor que viajó sobre las ruedas del impresionismo y el romanticismo hasta la meta del llamado Arte Moderno. Cuando la contrarreloj enfile la calle Alcazabilla, Picasso seguirá sentado en bronce justo al lado, a la puerta de su casa natal. Y el museo de parte de su familia seguirá frente al teatro romano, donde anteayer se presentó La Vuelta. Qué cuadro tan espectacular, las cosas como son. Y en el cuadro, como si de un collage se tratase, podría estar asomado de verdad Antonio Banderas, mirándolo todo desde la terraza de su casa, al lado de El Pimpi, todavía con el gesto del propio Picasso recién encarnado para la serie Genius, de National Geographic.

Málaga en Moscú

Uno de los cuadernos donde Picasso -antifranquista histórico, a todo esto- garabateó sus bocetos de uno de los evangelios de la modernidad -como llamó el escritor galo Philippe Sollers a Las señoritas de Aviñón-, fue adquirido en custodia por la Fundación Picasso Casa Natal en 2006. Ese cuaderno formará parte hasta finales de octubre de una exposición conjunta con el Museo Pushkin de Moscú. Estas sinergias siempre son deseables en el ámbito de la Cultura. Cabe suponer que el hecho de que el responsable actual de la Casa Natal, José María de Luna, lo sea también -además del Pompidou- del Museo Ruso de San Petersburgo en Málaga, ha jugado a favor de esta presencia picassiana de Málaga en Moscú tras el Mundial de fútbol.

Trastorno planeado

A día de hoy, desde quienes sólo observan cómo hacen cola los turistas para hacerse un selfi sentados junto a la estatua de Picasso, hasta los más eruditos del arte que programan sus vacaciones de exposición en exposición, como hacen los forofos del ciclismo yendo de tour en tour, nadie duda ya del impacto benéfico del nacimiento del genio malagueño en pleno centro histórico de la ciudad. El trasegar constante que provoca ese peregrinaje es un feliz «trastorno». Con esa compleja palabra definía el escritor judío ruso Ilya Ehrenburg el impacto que producía su amigo Picasso. Al malagueño lo conoció durante su exilio zarista en París. El escritor ruso también era comunista, pero no es un personaje fácilmente etiquetable. Nunca perteneció al partido, por ejemplo. Aun siendo judío, nunca aprendió yiddish ni fue practicante, otra vez por ejemplo. Aunque jamás fue un disidente soviético e incluso calificó de falsa la gran novela de su amigo Boris Pasternak, Doctor Zhivago, no ha pasado a la historia como un fanático o un comisario interesado. «El trastorno cuidadosamente planeado que Picasso produce en todas partes», escribió el ruso Ilya Ehrenburg sobre el malagueño Picasso. Gran definición de su personalidad.

Las últimas banderas

Otras banderas, que poco o nada tienen que ver con el apellido del querido actor malagueño, se ondean ahora en el coliseo parlamentario. A falta de gladiadores, la gresca entre las electoralmente «resucitadas», por ambos lados, derecha e izquierda, sobre la exhumación de los restos del dictador en el Valle de los Caídos, ya es el espectáculo político del verano. La cosa está tan caldeada que un tipo, que terminó detenido, amenazó con su murga derechona a Alberto Garzón en su casa malagueña. No me acaban de gustar los escraches. No los tolero cuando se hacen en presencia de la familia del increpado, sea éste del partido que sea. Y menos cuando se insulta o se llega a la amenaza, como le ha ocurrido a Garzón. Ya he escrito en alguna ocasión que lo mejor que podría pasarnos, incluso al PP, es que los restos de Franco sean enterrados por su familia y en el Valle de los Caídos repose sólo el polvo de los caídos. Y a otra cosa. Pero me sumo a quienes disienten, quizá por otras razones que yo, del forzado criterio de extrema urgencia que legitimaría el real decreto pactado entre el Gobierno y Podemos para cerrar al fin este capítulo.

A la playa

Las últimas banderas es el título de una novela de José María de Lera. Ganó el Planeta en 1968; durante el franquismo, o sea. Todo lo que ocurrió en España entre 1939 y 1975 fue cronológicamente «franquista». Lo digo con intención, la de abrir ventanas contra el sectarismo (que también y tan bien invade las células de las democracias). La leí en el instituto, siendo un chaval, y me sorprendió que todos los protagonistas, en la antesala de la toma de Madrid por el llamado bando nacional, pertenecían al bando republicano. Y ahora me voy a la playa, aunque haya medusas? Porque hoy es Sábado