Nos va la polarización. Nos gusta ponernos a unos en contra de otros, soltar la mala baba en las redes sociales, decir aquello que se nos ocurra y ahí queda, que lo recoja quien quiera, las palabras al aire y el agraviado aporreando las teclas del tablero de su ordenador o la pantalla del móvil. Luego, si te he visto no me acuerdo. La ofensa y el ofendido, el ofensor. Lo políticamente correcto como dictadura, el puritanismo creciendo de nuevo entre nosotros, el callar para no molestar, para no exponerse a una persecución o un linchamiento público, o peor aún, que te dejen de seguir, la banalización de las denuncias de abusos sexuales, la Torre del Puerto, ¿sí o no? El talibanismo de los arquitectos sin casas que diseñar. ¿Un nuevo recorrido oficial? «No me toquéis mi Málaga», clama un tipo en Facebook. Militancia digital, allí queda dicho. Málaga se polariza en las redes, sus dos mitades se desgajan, como las dos Españas, mientras que la tercera, la de la gente cabal, mira asustada lo que está ocurriendo. Un alcalde que no se va y otro que no acaba de llegar, Limasa sí pero no, la devaluación de la Justicia, lo único que funcionaba mal que bien, la Tribuna de los Pobres que se queda, Carretería que sale de los itinerarios, gritos de preocupación por la pérdida de una seña de identidad de nuestra Semana Santa, un informe infame de un partido que está fuera de órbita, mezclando churras con merinas, a lomos de la ilegalidad invisible cargando contra la devoción visible. Una campaña contra los abusos que no es campaña, las medusas y la Vuelta Ciclista a España, el paseo por Málaga de los mejores ciclistas del mundo, los toros, aún vivos, los animalistas que claman su adiós, perros y gatos abandonados, las elecciones andaluzas y municipales en el horizonte, el ninguneo sistemático de la ciudad por parte de los gobiernos superiores, Barcelona en el horizonte, la Agencia Europea del Medicamento que no vino para calmar la sed independentista, el apaciguamiento que no sirvió con Hitler y no vale para el racista Torra, un guardia civil al horno en un restaurante catalán, lenguaje guerracivilista, las palabras, el mensaje, la semántica que vaticina lo que luego nos hará llorar, Urdangarin, la vergüenza del descontrol de Urbanismo con los expedientes urbanísticos sancionadores, el recelo de la concejala, tú aquí y yo allí. Turismo de borrachera, muchos a favor, más en contra, gente que presume de no haber pisado la Feria de Málaga, una fiesta que expulsa a quienes huyen del frenesí, el feminismo serio y responsable, el hembrismo de salón, otra vez la semántica, ¿de Podemos o del PP? ¿Bipartidismo? La sanidad que se muere, lo que nos acabará matando, el Clínico atendiendo comas etílicos, la borrachera de una ciudad con la octava calle más cara del país, muy cerca de Huelin o de Soliva, barrios en los que no se limpia, las lluvias ya en el horizonte, los ríos y pantanos a punto, un proyecto en vías de agotamiento, a favor del límite salarial para el Málaga o del ridículo permanente del jeque en Twitter, tú aquí y yo allí, todos polarizados, a favor y en contra. Arden las redes.