La cuestión, al final, está en el territorio, como los americanos acabaron aprendiendo en Vietnam, luego en Afganistán. La estrategia del independentismo (y la de todo nacionalismo) ha pasado siempre por la ocupación del territorio, pues, una vez ocupado, ya es fácil determinar quién puede usarlo y quién no, y bajo qué condiciones. El territorio se puede ocupar de modo físico y/o de modo simbólico. Cuando, en el clímax indepe, los manifestantes gritaban «la calle es nuestra», estaban proclamando no sólo que era de los secesionistas, sino que no era de los demás (o sea, del otro 50 % de catalanes). El asunto de los lazos responde a la misma estrategia, ahora en el plano simbólico. Conviene evitar colisiones, pero dejando esto claro: la ocupación de todos los espacios públicos de Catalunya por los lazos, y encima con protección policial, es lo que andaría ya cerca del fascismo.