Dicen que es ley de vida. La inevitable desaparición de los grandes, de los maestros imprescindibles, que generalmente suelen ser aquellos que no pretenden serlo. ¡Pero qué dura es esta ley! Y sobre todo porque las tinieblas, sin el contrapeso de las luces que nos aportan ellos para iluminarnos el camino, se nos hacen cada vez más densas. La semana pasada nos dejó don Enrique Mapelli López. Su larga y fecunda vida se acercó al siglo.

Siempre han destacado los miembros de la ilustre familia de los Mapelli en la hora de la generosidad, del buen ejemplo y del mejor hacer. Don Enrique Mapelli fue uno de ellos. Había oído hablar mucho de él. Siempre con admiración y respeto. Incluso antes de ser admitido un servidor de ustedes en los comienzos de 1983 como académico de número en la Academia Gastronómica de Málaga. La prestigiosa institución, decana de Andalucía, que él fundó junto con otros malagueños providenciales, en un ya lejano mes de noviembre de 1977.

Ya entonces me habían llegado noticias de don Enrique a través de buenos amigos del mundo de la aviación comercial: me contaban cosas interesantes de un brillantísimo jurista malagueño que ya brillaba con luz propia, como experto en derecho aeronáutico. Entre otros méritos, fue también don Enrique Mapelli un director extraordinariamente bien valorado por propios y extraños por su trabajo como responsable de la Asesoría Jurídica de la compañía Iberia.

Se preguntaba don Manuel Alcántara, prologuista insigne de un libro maravilloso: «Papeles de gastronomía malagueña». Que lleva la firma de don Enrique Mapelli: «¿De dónde le viene esta afición tan gloriosamente terrestre a un especialista en Derecho Aeronáutico?, ¿acaso de sus constantes rondas por el mundo?, ¿se ha dado cuenta de que el mundo es una servilleta? Vaya usted a saber. En Málaga, el que no corre, vuela.»

Les recomiendo también la lectura de la genial entrevista que en 1994 le hizo a don Enrique Mapelli mi buen y docto amigo, don Carlos Pérez San Emeterio, ilustre periodista e historiador imprescindible de la aeronáutica española. Se publicó en la revista AEROPLANO. El texto es una joya, en cuyos comienzos ya don Carlos nos avisa que «uno se topa con un hombre de leyes capaz de dar a cada palabra su dimensión exacta y ni un milímetro más allá.» No se la pierdan. La encontrarán en Internet. («Enrique Mapelli, La Aviación por derecho». Revista Aeroplano número 12 del año 1994: cargado por Alferga-Scribd. Página 33).

En esas páginas, ilustradas por fotos espléndidas, encontraremos facetas muy importantes en la vida del maestro ya ausente. Entre muchas otras, la laboriosa gestación de sus dos grandes bibliotecas. Los más de 20.000 volúmenes repartidos entre la de Madrid y la de Benalmádena nos dan fe de ello. O la creación, junto a otros notables juristas, del Instituto Iberoamericano del Derecho Aeronáutico y del Espacio, en el marco de la Universidad de Salamanca (1964). Y sus trabajos como autoridad en el campo del derecho aeronáutico internacional. Dentro y fuera de su status de Miembro Consultivo de la ONU. Pasando por su nombramiento como Cónsul de Mónaco en Madrid. «And last but not least», la monumental obra escrita que nos legó don Enrique. Tanto la dedicada al derecho como la consagrada a su pasión por los tesoros de las artes culinarias malagueñas. Y sobre todo por aquellas joyas de los saberes y los sabores de los fogones malagueños, a los que en tantas ocasiones rescató del olvido. Y que nos recuerdan aquella célebre invocación de Santa Teresa de Jesús: «Entre los pucheros anda el Señor.» Que así sea.