Gobernar no es tarea fácil, menos aún cuando el arco parlamentario obliga a buscar apoyos de otras fuerzas políticas cuyos programas políticos coinciden en poco, o en nada, con quien gobierna. Es la política de los pactos, el consenso, esa a la que este país no estaba acostumbrado, pero que está y estará obligado a practicar en un futuro.

Cosa distinta son los atajos por formar gobierno. Es fácil, está al alcance de cualquiera cuyo objetivo no sea otro que ostentar poder sin más, pero esto dista mucho de lo que entendemos por gobernar. Esa es la máxima del Presidente del Gobierno, ejercer poder, aunque para ello haya renunciado a gobernar, o mejor dicho, haya cedido parcelas de gobierno a otras fuerzas políticas cuyo objetivo, lejos de avanzar en un proyecto de país, pretenden acabar con éste.

Como dicen nuestros mayores, el refranero español es sabio. Dime con quién andas y te diré quién eres, y viendo con quien anda el gobierno de España no hay que hacer gran esfuerzo para saber quiénes son y a donde nos llevan. Son malas las junteras de Sánchez, a cambio de permitirle formar gobierno, que no gobernar, le llevan a hipotecar nuestra integridad territorial. En nuestra más reciente historia, desde la Constitución de 1978, ningún gobierno, de ningún color político había traicionado tanto a los ciudadanos. Como tampoco ningún gobierno de la democracia había intervenido los medios de comunicación públicos hasta el extremo que lo ha hecho éste. Depurar a los profesionales de los medios de comunicación de forma masiva es una práctica propia de gobiernos totalitarios, cuyo objetivo es instaurar en su población el pensamiento único, el del régimen, propio de países no democráticos.

El inquilino de la Moncloa, por seguir siéndolo, está cediendo a las exigencias de la izquierda más radical y los secesionistas. Se están repartiendo parcelas de poder. Es la dictadura compartida por este nuevo frente popular, esos que acatan la constitución por el imperativo legal de cobrar a fin de mes, esos que se empeñan en fomentar el odio que hubo entre las dos Españas, superado hace cuarenta años con una reconciliación que fue un ejemplo ante el mundo. Esos que no respetan a quienes no piensen como ellos, esos que distraen los verdaderos problemas de este país hablando de Franco y eluden hablar de lo que interesa a los españoles, esos que utilizan los bienes públicos para su servicio privado, en definitiva, esos que cuarenta años después pretenden, no sólo exhumar los restos de Franco, también imitarlo, sino en todo, en parte.