En uno de los episodios del nuevo Cosmos (que hizo mítico Carl Sagan y ahora conduce el astrofísico Neil deGrasse Tyson) se habla de cómo se unieron perros y seres humanos. Al contrario de lo que pueda parecernos en un principio, los antecedentes de los perros actuales no fueron elegidos por su predisposición a ser domesticados, esto es, por ser más mansos y obedientes, sino que se acercaban a los núcleos humanos aquellos que controlaban mejor su estrés, es decir, los más adaptativos. El mito del lobo como ser independiente y autosuficiente mola mucho, pero la realidad te muestra que en las manadas de cánidos rige una jerarquía férrea, constantemente cuestionada por los elementos más jóvenes, a lo que hay que añadir la perenne y agotadora búsqueda de comida, lo cual convierte su existencia en una prueba constante y hace que diste mucho de pasarse las noches aullando a la luna subido en una loma. Los perros y nuestros antecesores se necesitaban y quienes lo entendieron sobrevivieron y evolucionaron, dejando atrás a los elementos más asalvajados, hoy en día en trance de extinción y que solo resisten por la creencia de mantener ecosistemas primitivos en nuestra omnipresente civilización.

Durante milenios, a los perros se les encomendó la vigilancia de las casas y de los rebaños y no les fue nada mal. En épocas recientes, con la paulatina eclosión de la revolución industrial y su reflejo en las actividades agropecuarias, el papel del perro fue cuestionado. Fue tanto el roce que tuvieron perro y ser humano, tanta su implicación el uno con el otro, que de modo general se planteó su presencia en nuestras vidas con la sola idea de estar juntos, de dar y recibir compañía. Si lo observamos desde fuera, parece increíble que un animal suscite (junto al gato, cuya suerte corrió pareja en muchos sentidos a la del perro) tantos sentimientos y emociones, que convivamos con ellos y aceptemos (tanto nosotros como ellos) las limitaciones y los inconvenientes de convivir con otra especie de un modo estrecho solo por el placer de estar acompañados. Tan increíble como hermoso.

Bueno, quizás no es tan bonito el cuento. Hay miles de perros que son maltratados y abandonados sin la más mínima compasión ni empatía; personas que olvidan lo que supone el pacto secular entre dos formas de vida diferentes y a la vez complementarias, que cosifican y tratan como objetos o juguetes rotos al cachorro que se hace mayor, al que ladra más de la cuenta, al que a veces nos hace replantearnos las vacaciones. Y es que una alianza implica una responsabilidad, cosa que a veces no se tiene en cuenta. Tan triste como terrible.

Vale, tampoco es tan cruel el cuento. Frente a las miles de vidas perrunas que sufren, indefensas e inocentes, por la crueldad de algunas personas, hay otras (cada vez más) que se comprometen a reparar el daño, a entregarse a una causa que nunca acaba, que todos los días exige paciencia, compromiso y dedicación, y pese a todo, están ahí. Sin pedir nada a cambio, casi sin quejarse, con la única y gran recompensa de un animal agradecido que poco a poco vuelve a confiar en el ser humano.

En esta parte buena del cuento es donde están las organizaciones y las personas voluntarias de centros como la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Málaga. He visto su labor de cerca, en su sede del Camino de las Erizas, y solo pueden tenerse palabras de agradecimiento hacia su personal y el voluntariado, a tantas horas y desvelos, a tantísimas historias que empiezan mal y que allí se enderezan para darles otro final: distinto, feliz. Y junto a la Prote, organizaciones, asociaciones y personas a título individual que se inventan horas y espacios para acoger, adoptar. Ojalá llegue una época en la que este esfuerzo no sea necesario, pero hoy por hoy es imprescindible apoyarles.

Por eso, las iniciativas como Can We Run Málaga, patrocinada entre otras empresas e instituciones por La Opinión de Málaga, son magníficas: visibilizan el pacto entre personas y perros y ayudan con su promoción, a la par que destinan una parte importante de lo recaudado a la Prote.

Así que vamos a correr como desde la prehistoria hemos hecho personas y perros, juntos y revueltos. Que sepan los malos que si van a por uno, nos encontrarán a todos.