A ver si a la vejez me va a gustar Alfonso Arús. Lo digo porque nunca me gustó. Lo repito. Nunca. Y no me pregunten por qué. Es de esos tipos a los que se les toma ojeriza sin conocerlos de nada, o sea, como se conoce a la gente de la tele. Como se te atraviese alguien en el gaznate, malo, ya no hay pizca de pan que te ayude a tragar la bola. No me pregunten por qué, pero a lo largo de los años, muchos, que llevo comentando cosas de la televisión, he ido acumulando una lista, aunque no muy gorda, de gente a la que no trago. Es verlos y me enciendo. Me pasa con Paz Padilla. No puedo con ella. Como comprenderán, no es cosa personal ya que no conozco a la señora, ni falta que me hace. Digo que no la trago si asoma su jeta por la pantalla. Da igual lo que haga. Da igual que presente Sálvame y suelte sus sandeces o se tire en el colchón de látex junto a Joaquín Prat o aparezca estos días anunciando el regreso de Mi casa es la tuya, agarre como si fuera un pollón el zapatazo de Bertín Osborne, y con voz de deseo diga «ay, dios mío, si todo lo tiene así de grande». Pues nada, es más, lo que en otros podría hacerme gracia, cuando lo dice esta potranca me repele. Me pasa con Santiago Segura. Que no, que no hay forma, que no me lo creo, que siento que es un farsante, que no me creo sus caras, que me aburre su ego al revés, es decir, tiene un ego que se lo pisa jugando a no tenerlo, es decir, haciendo como que es consciente de sus carencias, haciendo como que se ríe de ellas, pero qué va, el tipo es arrogante y no soporta que le desmonten la farsa. Nada, no lo trago. Me pasa con el abominable señor de Olvido Gara. No soporto a Mario Vaquerizo.

Es tanto el repelús que ni siquiera voy a dar razones. El dios de la tele y La 1 me vuelven a castigar metiéndolos en la presente edición de Masterchef celebrity que hoy arranca. Digo que no soportaba a Alfonso Arús, que es a donde quería llegar. No me gustaba el humor que hacía en los noventa. Ni él. Era otro de los que asomaba sus dientes encalados por la pantalla, en contraste con su morenazo a lo Trump antes de Trump, y salía cortando. Ahora, después de siglos de no verlo, aparece en las mañanas de La Sexta -¿hay que decir madrugadas?- haciendo lo que venía haciendo en una tele catalana. Su regreso se llama Arusitys. Y sí, se ríe igual. Y sus dientes me siguen dando tiricia en contraste con su piel achicharrada de rayos uva, maquillajes y barnices.Grande María Llapart

Pero venga, pongo el contador a cero a ver qué pasa. Me pongo a ver Arusitys, que llega a la cadena como extraordinario telonero de Al rojo vivo, como telonero de don Antonio García Ferreras, más periodismo. ¿Puedo volver un segundo a mis horrores favoritos? Puedo. Que dice Rafael Amargo -el de Granada, el bailarín, según él bisexual y hetero, entero y redondo, ni maricón ni gay, o sea, dios y el diablo, el tonto del pueblo y el listo del geriátrico, el que asegura que dirigirá un ballet de los gordos y se lo venderá a una televisión privada como si fuese un Gran Hermano- que si él hablara «habría un golpe de estado, pero nunca lo haré, por eso repiten conmigo -hasta los presidentes de Gobierno, así que sí, ya ha habido en España un presidente gay»-. ¿Este tío es tonto, o es una vedete de tercera que necesita armar lío para que hablen de él y vender lo que en ese momento tenga en el mercadillo? Desde que lo vi como concursante en Expedición imposible, concurso de viaje, esfuerzo y aventura presentado por Raquel Sánchez Silva en Cuatro, por tierras de mi amado Marruecos, se me hizo una bola así de grande con el enfermo ego de este señor de la escuela de las viejas folclóricas que confunden lío, pose y larga lengua con espectáculo, trabajo y promoción. Se acabó. Que llega puntual a su cita Alfonso Arús cargado de colaboradores, y desde el preciso y milagroso instante en que se enciende la luz roja de la cámara hasta que se despide a las 11 en punto de la mañana para dar paso a María Llapart -maravillosa hasta el viernes al frente de Al rojo vivo- , no para, no deja de sonreír, bueno, lo que quiera que sea ese gesto entre me aguanto la cagalera y si yo me divierto, aquí se divierte hasta el que pone el culo. Cree uno, en su humilde opinión, que terminará con un dolor de quijada tremebundo. A mí me duele sólo de verlo.Españoles, Franco ha vuelto

Pero sí, me gusta el programa. Es ameno, es divertido, tiene una agilidad de liebre, y se nota que la peña que lo forma lleva tiempo conociéndose. El programa es un relój suizo, un coche bien engrasado, un espacio cohesionado donde fluye el buen rollo. Y eso llega a casa. Y tiene a Leonor Lavado. Para mí, un descubrimiento. Sus libres recreaciones sobre petardas como Tamara Falcó -el otro día habló de mi mami y de Mario Vargas Sosa»-, Terelu Campos la come porras, la absurda, lela y cortita Isa Pantoja, o la ridícula y chabacana Belén Esteban son un momento de alta televisión que come televisión, como otra de sus secciones, que se fija en lo que la noche antes ha hecho Wyoming en El intermedio, que a su vez ha contratado al cadáver amojamado de Francisco Franco como colaborador habitual ya que, así lo sabemos en este país desde hace unas semanas, «españoles, Franco ha vuelto». Plagado de decenas de secciones -sobre la propia tele, sobre actualidad, sobre el tiempo, sobre vídeos a los que se les saca punta, vieja especialidad de Arús, o sobre deportes- y en un tono distendido, Arusitys es un despertador de primera con una oferta distinta a lo que se ve a la misma hora en el resto de cadenas. Me gusta. También es cierto que Íker Jiménez, incluso ayudado por su medio aguacate Carmen Porter, debería averiguar dos misterios en Arusitys. Uno, ¿está Alfonso Arús más enganchado que Lidia Lozano a la tanorexia, incluso más que Donald Trump al bronceado caca anaranjada? Y dos, ¿es cierto que ni Alfonso, que no Alfons, como corregía a los colaboradores su media papaya Angie Cárdenas , ni su equipo, toma gasolina con la eche del café para tener la marcha que tienen?.

La guinda

Todos vuelven

En tromba. El lunes llegan en torrentera. Tanto a las cadenas gordas -Ana Rosa, a la que habrá que vigilar a ver si habla de los líos de su marido- como a las flaquillas que aspiran a gordas -como Ferreras a La Sexta-. Y también la banda de humoristas que hacen de #0, la de Movistar, una tele de rechupete. No es para menos con tipos como Andréu Buenafuente, David Broncano, o Javier Coronas. Empieza la función.