Después de volver a quemar las tostadas enciendo la televisión y veo que en Los (nuevos) Desayunos de TVE está el director del ABC conversando con Pablo Iglesias. Conversando, sí. Doy un sorbo al café esperando a que comiencen a pelearse e insultarse. Pero nada. Uno le dice muy educadamente al otro que lo que publica su periódico no es cierto y el otro se reafirma con una educación algo somnolienta, como de lunes por la mañana. Iglesias concede: la Camilo José Cela está a años luz de la Complutense, la Autónoma o la Carlos III y la tesis puede ser flojilla.

Y se quedan ahí, en ese consenso, en esa conversación civilizada que uno esperaba derivara en guerra civil u hostias en la cara o tal vez en cogotazos. Ni se escupen. Si estará la cosa suave que Iglesias, al rato, a cuento de no sé qué, afirma que Enric Juliana es una de las mejores cabezas de este país. Yo también lo pienso, lo que me extraña es que con estas y otras opiniones, Iglesias parece deslizarse por el terreno del sentido común, de la tranquilidad. Es como si hubiera pasado de anti sistema a tener el sistema en la cabeza e interiorizarlo. Sostiene al Gobierno. O tal vez es todo más fácil: como dicen que controla TVE (una tesis esta más floja que la de Sánchez) cuando aparece en ella se pone suavón, mimosito, tierno, condescendiente. Dan ganas de acariciarle las barbitas y esa cara de profe con tesis que tiene. Con esa cara de padre mansurrón que se nos pone a los padres mansurrones que cuando estamos dirimiendo asuntos de trascendencia mundial en realidad somos capaces también de pensar en si la próxima entrega del coleccionable para el chaval es un tiranosaurio o un diplodocus. En si ha desayunado. Se queda frío el café y se queda fría la polémica y entonces aguardo a que intervenga mi admirado Antonio Papell, que también está en la tertulia. Sólo por el hecho de que lo inviten ya ha merecido la pena el cambio en TVE. A Papell lo llevo yo admirando y leyendo la tira de años y ahora, como quien logra jugar con el futbolista que de pequeño ve en los cromos, resulta que algunos días hasta compartimos páginas en varios periódicos de España. Papell es ponderado y riguroso y yo, que no lo soy tanto, me veo tentado de cambiar a otros canales donde haya ruido. Ruido rosa o con olor a sangre. Pero la mañana se va marchando, la idea de dejar que las tostadas me las haga un profesional se abre paso igual que un cuchillo eficaz por entre las carnes de un bloque de mantequilla. Pareciera a veces que este es incluso un país tranquilo. Ahora sin aforados.