Parte de la gente se ha independizado de los partidos, los líderes clásicos, los dogmas de la moral política (cuyo catecismo es «lo políticamente correcto») y hasta, si me apuran, del sistema democrático que conocemos, del que desconfía. Por su parte el sistema democrático que conocemos desconfía de esa misma gente, que se ha vuelto voluble e imprevisible. En vista de ello el sistema se retrae, refugiándose en si mismo, en una santa alianza como la escenificada por González y Aznar en el púlpito de prensa damnificada por el populismo. Más o menos así están las cosas, aquí y en todas partes. Acomodar el sistema al populismo acabará con él. Acomodar el populismo al sistema no será posible. Es un cambio, y un conflicto, provocado al final por la tecnología (opinión global en tiempo real, redes y demás), que desde hace mucho va a su aire, independizada de cualquier control o estrategia.