La semana pasada decía que el ataque de Rivera a Pedro Sánchez, acusándole de haber plagiado su tesis doctoral, había hecho coincidir la apertura del curso político con el inicio de las hostilidades contra el gobierno socialista formado poco antes del verano. Rivera no quedaba bien con el obús contra Sánchez por una tesis doctoral -las críticas de quien aspira a liderar la oposición deben enfocarse a la acción del Gobierno- y tampoco iba a matar al presidente.

Lo que pasa es que Rivera ha optado por la guerrilla del “ensucia que algo queda” y viniendo tras el caso de Cristina Cifuentes, las sospechas sobre el máster de Pablo Casado y la dimisión de la ministra de Sanidad, Carmen Montón, por irregularidades en su máster, llueve sobre mojado y enturbia el prestigio del presidente. Sánchez ha intentado enterrar el asunto publicando inmediatamente su tesis, pero no ha podido sepultarlo y el PP le forzará a explicarse en un pleno del Senado. Desgaste e incomodidad porque en un clima de desconfianza, la sospecha siempre tiene campo y además la tesis no es un plagio, pero -como muchas otras- tampoco debe ser merecedora de un “cum laude”. Degrada la imagen, aunque poco tiene que ver con la gestión de los problemas de España.

Pero Pedro Sánchez -que se lo cuenten a la que parecía invencible Susana Díaz- no es un animal que se deje abatir con facilidad. En primer lugar, sabe rectificar y soltar lastre. Ha hecho dimitir a dos ministros por asuntos menos graves que los de otros ministros de otros gobiernos a los que costó mucho cesar (Ana Mato, Soria…) o nunca lo hicieron. Y aplica aquello de que “rectificar es de sabios”. Ha cambiado el criterio respecto a la venta de “proyectiles” (las ONG hablan de bombas) a Arabia Saudita por realismo económico-social, incomodando a la ministra de Defensa. Y ha asumido que -guste o no a la de Justicia- unas declaraciones (nada extravagantes) del juez Llarena no podían desligarse de su instrucción judicial y que -como consecuencia- el Gobierno no podía dejar de protegerle ante el ataque de los abogados de Puigdemont ante la justicia belga.

Sí, rectificar es de sabios, pero al Gobierno parece que le falta coordinación interna. ¿Culpa de la vicepresidenta, de su jefe de gabinete, de que al equipo le falta rodaje? Un poco de todo y también del personalismo de algunas ministras.

El domingo, en su entrevista en La Sexta a Ana Pastor (con la que no había tenido buena sintonía), se defendió bien y sacó fuerzas de su debilidad parlamentaria. Dijo que para gobernar necesitaba unos presupuestos propios. Luego, sin presupuestos (advertencia a Podemos y al independentismo catalán, no al PNV que está en una fase de mayor madurez) no gobernará con el techo de gasto de Rajoy y tendrá que convocar elecciones anticipadas. ¿Les interesa a los partidos que le apoyaron como mal menor en la moción de censura?

Y Sánchez no se ha quedado aquí. El lunes lanzó una iniciativa atrevida -la reforma de la Constitución para acabar parcialmente con el aforamiento de los ministros y diputados- que puede colocar a C´s y al PP en una difícil situación. Abrir el melón de una reforma parcial y acotada de la Constitución no es mala idea y el aforamiento es impopular y tiene mala prensa. Pero hacerlo sin intento de consenso propio suena más a pugilato con la derecha que a propuesta de auténtico calado. Y puede salir contusionado. Le atacan por la tesis y contesta con los aforamientos. Zafarrancho de combate. El riesgo es que la política española vuelva a enfangarse. Si un partido recurre a la crispación, el contrario contesta con la misma moneda para defenderse. Y vuelta a empezar.

Pero el zafarrancho de entidad es el del techo de gasto del 2019 y los presupuestos. La ley de Estabilidad presupuestaria de Montoro establece una excepción injustificable. En los presupuestos, el Congreso tiene la última palabra, pero en el techo de gasto (su primer trámite) el Senado tiene poder de veto, lo que no sucede en ninguna otra ley. Y en base a esto el PP y C´s quieren impedir la aprobación del techo de gasto. Sánchez contesta proponiendo cambiar por la vía de urgencia la ley Montoro, pero PP y C´s bloquean ese camino en la mesa del Congreso, el PSOE entonces plantea en el último minuto una enmienda a una ley orgánica en trámite que permitiría la aprobación del techo de gasto por la puerta de detrás y la Comisión de Justicia (presidida por el PSOE) lo avala, el PP y C´s parece que quieren que la mesa del Congreso tome cartas en el asunto.

Tras una batalla que puede parecer de técnica parlamentaria está la guerra por unos presupuestos que para Sánchez son prioritarios. Atención pues esta semana a lo que suceda en la mesa del Congreso. Según lo que pase ahí, todo puede cambiar.