Como Martin Luther King, Javier Tebas tenía un sueño: convertir al fútbol español en un circo de siete pistas al que llevar de un lado a otro para mostrar el producto en mercados por explotar como si el balompié patrio se tratara de la mujer barbuda. El negocio es el negocio. Y para que la rueda siga girando, para que los clubes puedan seguir facturando a las televisiones y paguen en tiempo y forma, por ejemplo, a Hacienda y a la Seguridad Social, pues el circo debe salir del circuito habitual. Con lo que no contaba Tebas o sí es con la resistencia de la Federación, apoyada por la UEFA, la FIFA y Pedro Sánchez. El principal argumento es que se alteraría la equidad de la competición. Y de fondo el miedo a que el Girona-Barça en Miami se convirtiera en una orgía nacionalista de lazos amarillos. Aunque es muy probable que la Federación dijera no a cualquier otro partido ya que en realidad no es más que un pulso para ver quién es el gallo de la quintana del fútbol nacional: Tebas o Rubiales.

En este caso es curiosa la doble vara de medir del presidente de la Federación, que desde que se hizo con el cargo sale a lío (y de los gordos) semanal y al que se le llena la boca de "ética" y de "las formas". La Federación no tuvo problema alguno en llevar a prisa y corriendo el partido de la Supercopa a Tánger. El argumento es que se trataba de una final. Pues vale. Así que el sueño de Tebas, salvo que cambie mucho el panorama, tendrá que esperar. Aún así, el presidente de la patronal no tira la toalla y cree que habrá manera de que Rubiales cambie de opinión. ¿Será cuestión de hacer alguna donación al colegio de huérfanos de la Federación? Puede.

En lo que Tebas y Rubiales sí coinciden es en haberse olvidado de los que pagan el circo: los aficionados. Aunque no es nada nuevo desde que el peso de los socios dentro de los presupuestos de los clubes es mínimo. Lo que les toca es pagar, callar y sufrir las consecuencias de los sueños de otros..