Está ahí al lado. A Castellón se llega paseando por la playa, o casi, Mediterráneo a Levante. No hay que pararse hasta que te llenas los pies de sangre de niñas. Un horror más. Nos circunda. Intentamos catalogarlo, legislarlo, preverlo, vigilarlo, asediarlo para creer que así lo podremos erradicar. Pero el horror, no el error, sigue ahí, acechándonos.

Como padre no puedo ni imaginar que aún con las más inductoras torturas cerebrales pudiese causarle daño a mi niño. Pero otro padre ha perdido la cabeza y ha matado a sus hijas -Nerea y Martina, de 3 y 6 años- antes de arrojarse por la terraza, supongo que con el insoportable peso de ese horror aún en la mirada. Necesito suponer que ese hombre perdió la cabeza porque siento pánico ante la insistente existencia de la pura maldad (ahí está la de Ana Julia Quezada, por ejemplo)

Los hijos siempre en medio. Fueron hijos también quienes no saben querer a sus hijos ahora y contaminan con pasionales avatares de pareja (se puede dejar de ser pareja, pero nunca dejar de ser padre) el amor que debe sostener toda patria potestad. A veces, hasta matarlos.

La madre Medea entregando a sus dos hijos a la muerte para vengarse del padre Jasón, narrado por Eurípides hace sólo 2.500 años. Ahora el padre de Castellón, Ricardo, de 48 años, acuchillando a las dos niñas que tenía en común con la mujer, Itziar, de 42 años, con la que estaba en una de tantas y tantas separaciones mal llevadas. Con la mujer a la que quiso hasta el punto de tener dos hijas con ella, con la mujer a la que odia hasta el punto de maltratarla y, al fin, vengarse de su desamor quitándoles la vida y así causarle ese inenarrable dolor que jamás, nunca, se repara. El ni contigo ni sin ti de la copla convertido en el monstruoso ni para ti ni para mí y me voy al infierno, pero te condeno al infierno peor de quedarte aquí con las hijas matadas.

Pero el riesgo era bajo. La valoración estaba hecha. Y el artículo 544 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal deja claro que son necesarios indicios «fundados» de que se pueda cometer un delito para dictar una orden de protección. Parece razonable, sin embargo. La vida no es ciencia ficción. No es El informe de la minoría, de Philip K. Dick (autor también de Sueñan los androides con ovejas eléctricas, relato que sirvió al director Ridley Scott para dirigir su ya histórica película Blade Runner) Fue Spielberg quien dirigió ese ´informe´ de Dick con el titulo cinematográfico de Minority report, y quien eligió a Tom Cruise para encarnar al jefe de la Policía Precrimen que, ayudada por los informes de los ´precognitivos´, se adelantaba al momento en que el criminal cometería el delito, deteniéndole antes.

Hay demasiada política condicionando el sentido común a la hora de prevenir, aunque sólo en lo posible, que el horror nos habite. Y hay dos ángeles menos en Castellón.