Al Gobierno provisional (todos lo son) que manda en España se le han caído dos ministros en cien días y tiene a un tercero, o tercera, colgando del alambre. Esta última se relajó en medio de un banquete de comisarios, fiscales y jueces hasta el punto de llamar «maricón» a uno de los que hoy comparten con ella Consejo de Ministras y de Ministros. Añadió, al parecer, Dolores Delgado, la encargada de Justicia, que ella preferiría siempre un tribunal de hombres a uno de mujeres, porque, explica, «los tíos sé perfectamente por donde van». Todo esto parece de lo más inapropiado para un Gobierno que se autocalifica de feminista y sensible con los gais, Igualmente poco ejemplares fueron los problemas varios de los dos ministros (un varón y una mujer, para cumplir con la paridad) que ya se han visto obligados a dejar el cargo. Aun así, el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) detecta un aumento en la futura cosecha de votos del partido socialdemócrata en el Gobierno, que ya supera en diez puntos a los conservadores. Habrá quien atribuya este dato algo sorprendente al hecho de que el Gobierno nombrase presidente del CIS al jefe de Estudios y Programas del PSOE; pero quizá no haya razón para esa suspicacia. Probablemente ocurra, como siempre, que el poder -al igual que el dinero- atrae de manera irresistible a la gente. Incluyendo, como es natural, a la que vota. Lo resumía mejor que nadie Giulio Andreotti, maestro de políticos y destacado discípulo de Maquiavelo: «El poder desgasta mucho, sobre todo a los que no lo tienen». La frase fue tan afortunada -y verosímil- como para que Ford Coppola la pusiera en boca de un político en cierta escena de la tercera parte de El Padrino.

Pasó algo parecido durante el primer año de Mariano Rajoy al frente del Gobierno, allá por el año 2013. Para hacer frente a la crisis, el recién elegido primer ministro bajó sueldos, subió impuestos, rebajó derechos laborales y congeló pensiones. Semejante medicina de caballo debería haberse reflejado en un descalabro de sus perspectivas electorales; pero qué va. La primera encuesta tras la adopción de aquellas duras medidas reveló que, aun perdiendo algo de fuelle, el partido de Rajoy seguía siendo el de mayor esperanza de voto, cinco puntos por encima de su inmediato seguidor. Más o menos lo que ha pasado ahora con la primerísima encuesta del CIS en lo que atañe a Sánchez.

Quien tiene el poder, tiene un tesoro. Aunque su propietario solo cuente con 84 diputados y deba gobernar con el programa de su antecesor, lo cierto es que dispone a cambio de la firma en el Boletín Oficial del Estado. Con eso se hacen maravillas. El presidente pasa a contar, como le ocurre ahora a Sánchez, con cientos o acaso miles de puestos de trabajo bien retribuidos para su reparto entre los adeptos o aquellos que estén dispuestos a serlo. Si a eso se agrega la posibilidad de hacerse fotos con los principales líderes del mundo y alternar en las cumbres del poder internacional, los beneficios para cualquier presidente -aunque sea en precario, como el de aquí- son impagables desde el punto de vista electoral en esta era de la imagen. La oposición, en cambio, se ha quedado sin BOE ni apariciones mágicas en el telediario; y donde no hay harina ya se sabe que todo es mohína (o tristeza). Andreotti llevaba razón y el CIS no ha hecho sino confirmarlo.