El presidente de la Diputación quiere ser presidente de la Diputación. Lo raro sería que no quisiera serlo. «El presidente de la Diputación quiere volver a ser presidente de la Diputación» es una frase que puede pronunciarse ahora, en 1902 o hace un lustro. En Málaga, en Guadalajara, Badajoz o Barcelona y con independencia de la persona a la que nos refiramos. Un presidente de la Diputación que se precie siempre quiere volver a ser presidente de la Diputación.

En Madrid no, que no hay Diputación. Tampoco hay en Murcia ni en otros lugares que son autonomías uniprovinciales. La Rioja. Los periodistas de autonomías uniprovinciales se ahorran así escribir eso tan ortopédico de ente supramunicipal para referirse a la Diputación. A no ser que al Gobierno regional lo llamen así también, ente supramunicipal. No creo, sería un caso digno de estudio. De estudio supramunicipal a lo mejor.

El presidente de la Diputación de Málaga lleva ocho años en el cargo y pese a haber dicho en numerables ocasiones que no repetiría se muestra ahora dispuesto a repetir. No pasa nada. Es un cambio de opinión legítimo. Sin embargo, tal cambio (no puede ser candidato a la alcaldía, pues se queda en el ente) nos enseña una máxima, mandamiento, lema, aforismo o guía vital que todos haríamos bien en llevar por bandera: «Qué bien está uno algunas veces calladito». No se habrá arrepentido nada Aznar de aquello de sólo ocho años en el cargo.

El presidente de la Diputación, que quiere (ahora) volver a serlo, no tiene más remedio que volver a serlo. A intentar serlo. Y para abonar un terreno que no hay que abonar, para engrasar y aceitar el cambio de criterio hay que ir deslizando a la opinión pública que es que se lo piden y tal, clamor y los pueblos lo ruegan, el partido se lo exige y se moviliza y es el mejor y tal y cual y esto y lo otro de Nerja a Manilva y viva Málaga y todos somos contingentes pero tú eres necesario. Y en ese plan.

El acalde de Málaga ha respaldado, inclusive con una brizna de entusiasmo, que Elías Bendodo aspire a presidir la Diputación. De la Torre siempre está dispuesto a elogiar a Bendodo. Siempre salvo si se trata de elogiarlo como número dos de su lista o como posible sucesor de él en la alcaldía. Entonces no. De la Torre podría decir que Bendodo es el mejor jugando a las canicas o al rugby o el más guapo, el más hábil para presidir el partido, el más sagaz para cocinar un arroz, el mejor bailando salsa, cualquier cosa menos lo otro. Así que a la Diputación. De momento. La paciencia como principal ingrediente vital y político. Donde dije digo, digo Paco.