Un parlamento es un sucedáneo de la plaza pública, una especie de teatro en cuyo escenario se desarrolla una representación de la vida real. En un régimen parlamentario, y no hay verdadera democracia que no lo sea, el poder se dirime en el escenario, no en la calle, aunque ésta pueda cumplir un papel corrector. Cuando la calle sustituye al parlamento el régimen pasa a ser otra cosa, o una transición hacia otra cosa, que suele ser una camarilla. En la experiencia histórica, los episodios en que el poder estaba en la calle y no en la cámara ha acabado en la dichosa camarilla. En un asunto binario, hay que optar: o calle o escenario. El pobre president Torra querría tener un pie puesto en la calle, otro en el Parlament y otro más en el circo itinerante de Puigdemont, pero sólo tiene dos pies, y para sostenerse erguido de forma estable necesita tener los dos en el mismo sitio. Si insiste podría acabar descuartizado.