Andalucía-Euskadi. Se podría entender, desde la distancia de estar tomándose un café en la malagueña calle Larios, que el Día de la Hispanidad (y de las Pilar, Felicidades) se celebraran partidos de fútbol como el de la selección vasca contra la andaluza y viceversa (que en asuntos nacionalistas como éste más bien debería escribirse viceberza) Pero no, aquí lo que se celebró ayer en Euskadi fue el encuentro en Mendizorroza (o Mendizorrotza) de la selección vasca contra Venezuela. La de un país contra otro país, ¿no? (por no entrar en otras consideraciones de política internacional). Pues ya está.

¿Son fusileros, papi?

Ayer se desfiló bajito en la parada de las fuerzas armadas del 12 de Octubre. El patriotismo en España está aún por redefinirse. Lo hirió de muerte el franquismo y le dio la puntilla, ya en democracia, la apropiación indebida de una parte de la derecha ante el rechazo frontal de una parte de la izquierda absurdamente empática con los anacrónicos nacionalismos territoriales. Lástima. Mi niño, en cambio, lo miró un rato por la tele, entre alucinado y preocupado cuando el paracaidista subcampeón en salto intentaba desenrollar la bandera nacional mientras caía. Absolutamente desprejuiciado, todavía, el niño miraba la pantalla entretenido, como si la sucesión de cuerpos de la Defensa formase parte de un videojuego. -¿Eso son fusileros, no, papi? Le iba a decir que ni idea. Aunque mirándolo en la web comprobé que hay fusileros en varios cuerpos. Le dije que sí eran fusileros, en todo caso. Ya aprenderá, o no; e incluso quizá se haga vegano y antitaurino. Yo me quedé tranquilo viendo lo tranquilo que se quedaba él comparándolos con los fusileros de no sé qué película de aventuras. Y ya está.

Abucheando, que es gerundio

Algunas de las personas que se dieron cita en el madrileño Paseo de la Castellana son familiares de algunos de quienes participaban en el desfile. Otros serían curiosos. No pocos querrían ver a los Reyes, que también son famosos, y disfrutar de la parafernalia de charreteras y corbatas y trajes de gala y del espectáculo, que sin duda lo es. Aunque se ve mejor por la tele, el colorido y el armamento y la marcialidad y todo el aparataje técnico que definen un acto así, visto en vivo y en directo, generan una ambientación impactante. Respecto a las personas que llevan uniforme, siempre pienso que sentir un mínimo afecto desde la parte civil a la que juraron defender debe de reconfortarles; como debe de desasosegarles lo contrario -recuerden, se usa «deber de» cuando es una suposición, «deber» a secas cuando es una obligación-. Sin embargo, ya parece una costumbre que cierto público vaya al desfile con la fea determinación de abuchear al presidente y a otros miembros del Gobierno; claramente a los que no habrán votado nunca y, visto lo visto desde Zapatero hasta Sánchez, normalmente de la izquierda. Pues ya está.

Sí se puede

Pablo Iglesias no va. Tampoco está bonito. Podemos representa a una parte importante de los españoles -o de la gente censada en España, para no ofender a nadie-. Cuando Podemos nació, lo hizo como una herramienta regeneradora, transversal, imbuida del espíritu del 15 M, abarcando todo el arco de la izquierda y pescando votos en el centro, por eso alertó tanto a un gastado PSOE. Y por eso más es menos, también, en cuanto a la distancia que a uno le separa del centro, exista o no, respecto a las personas que pretende representar. En el tiempo de los pactos políticos, Iglesias, con indudable posibilidad de gobernar en algún momento, debería «soportar» este acto institucional que va en el cargo, aglutina en lo común, acompaña a los ejércitos -que existen y están poblados por seres humanos-, no hace daño a nadie y lo miran niños como el mío por la tele sin apenas inmutarse. A no ser que yo le hablara del Rey o de los generales o de algún político como de usurpadores u opresores que disimulan, que esperan agazapados bajo sus ropajes a cargarse el estado de Derecho o a los ricos o a los pobres, utilizando esas armas que parecen tan chulas, cuando no disparan o cuando son de juguete. Y ya está.

Foco envenenado

Lo de Nadal y la polvareda montada esta semana también es para avergonzarse. Pero no de él. Las personas que pasaban a su lado con el alma llena de lodo, mientras entre todos intentaban limpiar tras la riada en Mallorca, incluido como uno más el tenista español, apenas le miraban al cruzarse. Porque la prioridad era otra. Cuál es la de quienes ponen en el foco mediático a Nadal provocando los dimes y diretes de algunos en las redes, valoradas sus opiniones, demasiadas veces estúpidas y sin sustancia alguna, como si fueran los magistrados del Tribunal Penal Internacional. Sólo el voto de cualquiera tiene el mismo valor, no las opiniones (incluida la mía). Ya está, hombre. Y ya está de descoordinaciones e incapacidades respecto a la llegada de personas inmigrantes a Málaga. Por humanidad y...

Porque hoy es sábado.