Pedro Sánchez y Pablo Iglesias cerraron un pacto presupuestario que permite al presidente del Gobierno abrigar esperanzas de agotar la legislatura en medio de una fuerte inestabilidad política.

En realidad, es el episodio piloto de una serie que por ahora no se va a emitir. Aunque tampoco sabemos si se podrá ver en el futuro, aun en el caso de imponerse la izquierda en las próximas elecciones y formar gobierno. Pero por si acaso, el líder del Partido Popular, Pablo Casado, se apresuró a advertir de que con esas previsiones económicas, en España, al igual que en Venezuela, se pasará hambre.

Los cálculos de Sánchez y de Iglesias (el uno cree que se ha impuesto al otro, y el otro al uno) están por encima de las cuentas del país y éstas se hallan condicionadas a un mayor apoyo que por el momento no existe, y en definitiva a lo que diga Bruselas.

Por resumirlo: la mayor subida del salario mínimo en 40 años, más impuestos a las rentas por encima de los 130.000 euros y aumentos del gasto de 5.529 millones sólo en 2019, incluida la nueva paga extra para los pensionistas. Se trata de un descarado pacto propagandístico que demuestra la ínfima calidad de la política y de quienes la representan en estos momentos, decididos a embaucar a cualquiera creando falsas expectativas.

La escenificación dispone de variada pirotecnia particular y Sánchez se acomoda en ella haciendo creer a los españoles que su situación es más estable de lo que parece.

Por un lado el Gobierno y Podemos venden las cuentas de lo que es su porvenir político; la respuesta, por otro, es el Apocalipsis según Maduro que anuncia Pablo Casado. Estamos en manos de irresponsables: de barandas y trileros de tres al cuarto, que diría Raúl del Pozo.