Hemos vivido una semana clave. Se ha visto que el independentismo -que ha perdido voluntariamente su mayoría en el parlamento catalán- es una nave a la deriva. Pero más relevante ha sido la clara apuesta de Pedro Sánchez por el combate. Ha explicitado que el boxeo con la derecha subida de tono, el independentismo dividido y desnortado y "los compañeros de Podemos" no le asusta. Esta gran confianza en sí mismo, que acabó dándole resultados en la guerra intestina del PSOE y contra el PP, le incita a tirar hacia adelante. ¿Se equivoca?

Al volver de vacaciones, Sánchez tenía dos opciones. La primera -quizás arriesgada, pero en el fondo conservadora- era cortar ya el dividendo de haber echado a una derecha desacreditada y de haber fabricado un gobierno "bonito", de apariencia competente y que había caído bien a la opinión pública, y convocar elecciones con rapidez. Las encuestas le daban unos 130 diputados (ahora tiene 84) con lo que, salido de las urnas con más fuerza, podía negociar en mejor posición una legislatura larga. Claro, el riesgo era perder porque entre la convocatoria y las urnas pasan 55 días. En España una eternidad.

La segunda opción era "boxear" con las adversidades, someterse a un desgastador vía crucis, lograr sacar unos presupuestos sociales y, tras una legislatura corta (hasta finales del 19), volver a gobernar por sus méritos tras superar los ataques y campañas de la derecha. Ayer, en el desfile de Madrid, algunos ya le abuchearon calificándole de "el okupa".

Ahora, al no unir las elecciones andaluzas con las legislativas y al llegar a un acuerdo para el presupuesto del 2019 con Podemos, está claro que Pedro Sánchez ha elegido el boxeo que puede devenir vía crucis.

El boxeo tiene el riesgo de aumentar la peligrosa polarización: derecha contra izquierda, izquierda contra derecha y muerte al debate civilizado. Quizás habría sido mejor elaborar los presupuestos teniendo en cuenta tanto a la izquierda que parece que empieza a moderar su maximalismo (Podemos) como a los liberales de Cs. Pero esto ahora es imposible porque los liberales han elegido el acoso y derribo al PSOE. Podían haberse quedado en el centro, como voto refugio para moderar al PP o al PSOE, pero han preferido competir con el PP por el voto de la derecha. Sánchez no cree demasiado en el centro. Se ha visto que Rivera todavía menos.

Pero el camino elegido es peligroso. Con Iglesias no le basta. Necesita al PNV, que lo tendrá si Podemos no abusa del lenguaje radical (presente en el documento de acuerdo del jueves). Lo endemoniado será el voto independentista. Por dos motivos. Porque Puigdemont y ERC están en pelea interna y para marcar territorio los dos subirán el listón. La ventaja de Sánchez es que Puigdemont y Torra no mandan en el grupo parlamentario del PDe.CAT en Madrid y que Campuzano es un parlamentario experimentado (en la línea del PNV).

El otro motivo es más de fondo. La exigencia de un referéndum de autodeterminación puede dilatarse, pero el gesto con los presos es más difícil de "graduar". El juicio se verá en los próximos meses y aquí la lucha entre Jonqueras (preso) y Puigdemont (en Bruselas) les fuerza a la radicalidad. Además, la derecha no ha arrancado el cese de Dolores Delgado, pero la capacidad de la ministra de Justicia (por definición limitada frente a la fiscalía y todavía mas frente al Supremo) está bajo mínimos. Aunque Sánchez tiene el arma de su debilidad. Dejarle tambaleante no beneficiaría en nada al independentismo. Por otra parte, separarse de la izquierda en medidas sociales es grave (frente a Colau-Podemos) para ERC, y estos presupuestos darían aire (euros) a la Generalitat si Torra quisiera gobernar y si el sueño de Puigdemont no fuera hacer fracasar todo lo que suene a tercera vía. Aquí Puigdemont y Casado coinciden totalmente, pero por razones absolutamente contrarias.

¿Juicio sobre los presupuestos? Hay que saber mas porque los detalles los carga el diablo. De entrada, hay una decisión redistributiva. Es lógico tras una crisis que ha castigado al país. El problema es que redistribuir puede resultar imposible si se obstaculiza la creación de riqueza. No creo que sea el caso, pero hay riesgos.

Decir que se gastarán 5.000 millones más y se recaudarán 5.600 es ortodoxo. Pero los 5.600 están un poco en el aire y la gran asignatura de España es reducir el déficit para poder bajar la deuda pública que es de casi el 100% del PIB y un corsé a la libertad de la política económica si la economía deja de crecer.

Telegráficamente. Subir el salario mínimo a 900 euros suena bien. Incluso Sánchez-Llibre, candidato único a presidir la patronal catalana, tuvo una reacción favorable. Pero subir de golpe un 22% puede dañar a algunas empresas y disminuir sus empleos. Subir las pensiones de acuerdo con el IPC es justo e inevitable a corto. El propio Rajoy inició el camino y la izquierda debía hacer más, pero es una aspirina no aconsejada por los organismos económicos internacionales que, contra lo que predica la izquierda inquisitorial, aciertan más que yerran. Pasar de tres a cinco años el contrato de arrendamiento y construir más viviendas sociales es de puro sentido común. Elevar al 15% el mínimo del impuesto de sociedades para las grandes empresas no las favorece, pero es asumible. Aunque, ¿son grandes las que facturan más de 20 millones?

Es ilógico, e injusto, que el IRPF, junto al IVA la principal fuente de recaudación, pierda la progresividad (muy fuerte) a partir de los 60.000 euros, pero el remedio no es incrementar la presión dos puntos a partir de los 130.000 euros sino taponar las vías de escape de muchos ingresos altos (como le dijo Sánchez a Ana Pastor en "El objetivo").

Y hará mucho ruido la cruzada que la derecha va a emprender por tierra, mar y aire contra los presupuestos. Pablo Casado ya ha dicho que o Bruselas tumba los presupuestos o los presupuestos tumban a España. La brocha gorda desmerece a la derecha y puede que Sánchez crea que le beneficia. Pero el mucho ruido perjudica a todos. ¡Quizás Pablo Casado acabe por hacernos añorar a Cristóbal Montoro!

El documento también promete "derogar antes de finalizar 2018, los aspectos más lesivos de la reforma laboral". Se agradece lo de "los más lesivos" porque la reforma laboral -pese a sus inconvenientes- ayudó a crear empleo. Además, el PNV no piensa como la ministra de Trabajo que tampoco coincide con Nadia Calviño, la de Economía. Y poner plazo a final de año es un brindis al sol (de los que gustan a los fans de Iglesias). Los presupuestos no estarán aprobados por Navidad. ¿Se pretende abolir la lesividad de la reforma antes que las cuentas públicas del 2019? Sería ponerse más plomo en la mochila.

Esta batalla revelará el temple de Sánchez. ¿Es capaz de articular una mayoría circunstancial de fuerzas muy diversas sin que la caja de Hacienda se despeñe por la ventana? También el de Casado y Rivera. ¿Abrirán una polémica dura pero solvente que puede mejorar el resultado final, o recurrirán a toda la demagogia de la que son capaces -que es mucha- para lograr lo que parece su único objetivo: expulsar al "okupa" de la Moncloa?

El mayor riesgo es el suspenso general.