Ella fue la culpable de todo. La mariposa negra que batió sus alas para arrojarme de lleno y sin remedio al sorprendente huracán de las letras. Ella fue mi catalizador, mi inspiración y mi referencia. Es a ella a quien le debo todo lo que me ocurrió después. Fue allá por la primavera de dos mil diez cuando, paseando por la feria del libro de Granada, llegó a mis manos la novela Sangre, de Clara Peñalver. El mito del vampiro siempre ha acaparado mis estantes. Desde Polidori a King, pasando por Stoker, he procurado y procuro estar al día sobre su evolución literaria. Aquel libro, cuya portada ya adelantaba un contenido claramente vampírico, se dejó acariciar en mis manos para mostrarme su sinopsis. Pero lo que verdaderamente llamó mi atención hasta el punto de quebrar ciertas fronteras de mi interior no fue la temática, ni la seducción juvenil de la portada, sino la edad de la autora. Clara Peñalver contaba entonces con veintisiete años, cuatro menos que yo, y con un libro a sus espaldas. Y aquello supuso un reto. Todos, o casi todos, hemos sentido alguna vez el impulso de plasmar una historia, de atrevernos a contar algo que pueda presentarse con decencia entre los anaqueles del gran público. En ocasiones, es la falta de ideas la que nos impide llevar a cabo el sueño de las letras. Otras, la pereza, la falta de convencimiento o de impulso. Pero en mi caso, puedo decir que fueron Clara Peñalver, su Sangre y su edad quienes me hicieron ver con absoluta clarividencia que cualquier espera significaba perder el tiempo. Cinco años después, mi primera novela se exhibía en los estantes de las librerías. Llegó el momento de presentarla en Granada. Por aquel entonces, Clara ya jugaba en primera división para el Grupo Editorial Penguin Random House. La princesa del thriller español, tal y como la refiere el ínclito Romain Puértolas, ya tomaba buenas posiciones dentro del panorama literario con la publicación de los dos primeros títulos de la trilogía de Ada Levy: Cómo matar a una ninfa y El juego de los cementerios. A pesar de significar para mí lo que ella significaba, Clara y yo jamás habíamos cruzado palabra ni coincidido personalmente. Un sencillo atrevimiento por mi parte me hizo contactar con ella a través de las redes sociales. Pero fueron su más que patente elegancia e incuestionable disponibilidad las que posibilitaron que ella se prestara a acompañarme en la presentación de mi novela en la librería Picasso de Granada. Un detalle que jamás olvidaré, no sólo por su buen hacer literario sino por todo lo que ella representa para mí en este sorprendente universo. Desde entonces, hemos mantenido un contacto relativo. Diez años después de que Sangre llegara a mis manos, por ello y no por otra cosa, servidor juega con un humilde dorsal en la carrera de las letras. Ya no es un sueño. Todo, repito, ha llegado gracias a ella. Sin embargo, el hecho de que Clara consintiera presentar mi novela en Granada no cerró el círculo de esta historia. El círculo, vueltas que da la vida, se cerrará la semana que viene. Es por ello que les intereso a todos ustedes su grata presencia a fin de que nos acompañen a Clara Peñalver y a un servidor a la presentación de su última novela el próximo martes, día 16 de octubre, a las 19:00 horas, en FNAC de Málaga: Las voces de Carol. Tras cerrar la trilogía de Ada Levy con La fractura del reloj de arena, Clara Peñalver se consolida como indubitada referencia dentro del género negro con Las voces de Carol: un thriller psicológico cuyo particular atractivo para los autóctonos lo constituye el hecho de que su trepidante trama se desarrolla a lo largo y ancho de la Málaga más oscura. Localizaciones como el Muelle Uno, la terraza del Málaga Palacio, el I.M.L o la Comisaría Provincial son sólo algunos de los lugares por los que la singular inspectora Carol Medina nos guiará a clarificar la causa de la muerte de Abril Zondervan, una escritora de éxito diagnosticada de esquizofrenia. Ya ven. Una autora consagrada frente a ustedes, una historia oscura y adictiva, entornos conocidos: ¿Qué más se puede pedir? No se la pierdan.