Alguien habló del objetivo mayor. Asintieron los cuatro restantes, pero ni por eso se pusieron de acuerdo ninguno de los cinco. La comida empezó como si fuera lunes. A JM le dolía la cadera. Quizá este otoño que asoma. En mi ciudad las fechas de las estaciones nunca encajan con las estaciones. Ese día, sin ir más lejos, cuando al café nos sentamos en la terraza, los aviones que surcaban el cielo del Guadalhorce traían y llevaban a cada rato las distintas estaciones del año. Ahora con sombra, luego soplaba una rasca que amagaba invierno pero que no; otra vez llegaba ese sol tan de Málaga, ahora un chispear imperceptible, un nubarrón que se volvía solo nube, otro avión -alguien le quiso hacer una foto con el móvil- y por fin el sol de nuevo, ya tibio para la caída de la tarde.

Uno se levanta a veces con más dolor que ayer pero también con más risa. Otros días apenas nos duele el tiempo, no más un poco, pero la risa no se despierta con el cuerpo y la cabeza. Y ser cinco y ponerse de acuerdo en olvidar la vida de cada cual para fabricarla en una comida de cinco requiere su calentamiento. Manzanilla, cerveza, un refresco, langostinos al jerez, pisto con huevo, berenjenas con miel de caña y, sin forzar nada, fue llegando todo. Somos raros como para comer juntos, pero éramos cinco a la mesa trabajando para ser amigos, ese sustantivo que como todo lo vital encierra un gerundio de obligado mantenimiento: siendo. El objetivo mayor, decía€

Todos de acuerdo en que el día 2 de diciembre nos sentíamos concernidos con Andalucía y con nuestra responsabilidad de mirar a las urnas cara a cara. Y todos de acuerdo en que el objetivo mayor, por encima de impulsos ideológicos o inercias heredadas y adquiridas, debiera ser el de higienizar casi cuatro décadas sin alternancia. Desde 1979 (aunque las primeras elecciones constitucionalmente autonómicas fueron en 1982) todos los presidentes autonómicos: Escuredo, Rodríguez de la Borbolla, Chaves, Griñán y Susana Díaz, han sido y son del PSOE.

Ante tal contexto político, tan extraordinario como legal, JL dudaba si votar a Teresa Rodríguez, aún a sabiendas de que, si el PSOE, a pesar de seguir perdiendo votos, ganase o sumase para gobernar con Adelante Andalucía, lo hará. Cuando la pelota estuvo en el tejado de Fer -a quien le dolía el pie medicado- le dio un manotazo dialéctico alegando que, ante la falta de calidad política y para no favorecer que todo siga igual, él se abstendría, aun reconociendo que la abstención y el voto en blanco en tesituras como la andaluza sólo le sirve al ganador. Y nos quedan tres.

Sergi es un hombre culto y viajado que ha hecho de esta Málaga sin estaciones su estación términi (le robo el título a la hermosa película de Vittorio de Sica, 1953, con una Jennifer Jones que duda si quedarse en Roma y un Monty Clift que ve cómo pasa su tren mientras ambos sienten cómo amenaza con atropellarles el invierno) Él también duda -aunque está de acuerdo con la necesidad de la alternancia-, harto de las mentiras acumuladas y de quienes, cuando se aclimatan en el poder, ya en edad jubilosa, en vez de arriesgar o premiar a los que arriesgan, terminan por recalentar el sillón entregados a Lampedusa.

Mientras Sergi explica sus dudas, JM le interrumpe para aplaudir la teoría del objetivo mayor y anuncia que votará PP. Al fin y al cabo, y sin entrar en candidatos ni en cabras -aquella cabra que decía Alfonso Guerra que el PSOE podía poner en Andalucía de candidata y ganaba-, considera razonable que es el único voto que no favorecerá, en cualquier circunstancia, a que el PSOE continúe en el poder, como sí hizo Ciudadanos en los anteriores comicios. Pero, como le recuerda D, el quinto en concordia, su decisión era previsible, aunque bien argumentada, porque él siempre ha votado al PP.

Comemos juntos, sí, pero es para echarnos de comer aparte.