El gran comienzo de temporada de Unicaja pasa examen este fin de semana en el Nou Congost. En Manresa, el equipo de Luis Casimiro afronta un duro partido en una pista que nunca es fácil. El equipo de «la Catalunya central» se ha rearmado en su vuelta a la Liga recuperando a uno de sus grandes referentes históricos para el banquillo: Joan Peñarroya. El egarense ha formado un equipo guerrero y que está sorprendiendo en este inicio de temporada a pesar de que, curiosamente, ha perdido sus dos partidos en casa. El regreso a la liga de 3 veteranos como el excajista Toolson, Renfroe y Doellman hacían soñar a los catalanes aunque entre lesiones y bajas formas, estos días en el equipo se habla más del pívot haitiano Candy Lalanne y el estonio Siim Sander Vene. Dos jugadores que pondrán a prueba la fortaleza del renovado, y exitoso, juego interior malagueño.

Vene aterrizó en España el 5 de septiembre en sustitución de Justin Doellman con un contrato temporal después de jugar en el Zalgiris, Nizhny y el Varese aunque pudo hacerlo mucho antes y para recalar en el Unicaja de Málaga. Corría el año 2005 cuando Ramón García, el director de cantera del club, ponía los ojos en una joya del baloncesto estonio. La historia la contaba su padre, Priit, en el Postimees estonio en aquella época. Definía al equipo malagueño como el mejor club español y de deshacía en elogios hacia el mismo, pero una oferta del Zalgiris cambió la historia y dejó al joven Vene en la escuela Arvidas Sabonis de Kaunas. En aquel entonces Siim Sander seguía a los malagueños y sobre todo al que era uno de sus modelos a imitar: Jorge Garbajosa. El actual presidente de la FEB era junto a Dick Nowitzki el espejo en el que se miraba.

Siim Sander comenzó muy joven a practicar deporte. Su padre Priit era jugador profesional. Ahora es entrenador de la Universidad de Tartu que disputa la primera división de Estonia y ha sido asistente en el Zalgiris para la Euroliga. Su madre Lea es una de las grandes glorias del baloncesto de su país. Sus recuerdos de pequeño son en un gimnasio viendo como entrenaba su madre. Más tarde seguiría en el gimnasio pero entrenando para el equipo de su padre. Tenía 10 años y para poder jugar tenía que sacar buenas notas. Una condición que le imponía su padre-entrenador. Una experiencia con dos caras según sus recuerdos: «Es fácil, porque sabes lo que quiere y como va a actuar, o lo que espera de ti. Por otro lado, es difícil porque todos están mirándote y tu padre espera más de ti que de los demás», explicaba a la prensa de estonia.

Las victorias y los halagos dicen los clásicos que debilitan. El equipo verde debe demostrar en Manresa que es inmune a ellos y dar su mejor cara porque si no sufrirá mucho en la pista manresana. Es la hora de la prueba del algodón€ Suerte