Hasta cuándo vamos a estar en la desesperante picota del agravio. Hay dos maneras de salir de ahí. Una es exigirle a quien te desprecia que no lo haga. Otra es superarse para reducir esa diferencia que aprovecha como argumento quien te desprecia. Las dos deben ir de la mano. Pero si hubiera que elegir sólo una, la segunda es la más fiable a medio y largo plazo. En medio de las dos maneras, mientras dejan de ser necesarias, quedan la torpe falta de respeto y el interesado amor propio, respectivamente. Y todo bajo la lluvia electoral que ya cala Andalucía. Dejad que los niños, andaluces o castellanos, se alejen de ahí€

Tufillo

Ya tachó Ana Mato de analfabetos a los niños andaluces. Lo hizo cuatro años antes que ahora Tejerina, con eso de la diferencia de saber dos cursos menos que los niños de Castilla-León. Caen en la tentación de dejar que su subconsciente impregne con tufo clasista su presunta denuncia social, sin contar diez antes de expresarse despreciativamente. Es sorprendente que consigan con sus frases que a casi todos nos parezca que no aprecian a los niños que pretenden defender. Como lo es que las respuestas de Chaves ente estos supuestos agravios a Andalucía y ahora de Susana Díaz consigan confundir la realidad andaluza con el propio rostro de la Junta; precisamente, la máquina institucional que sigue sin conseguir que en esos informes PIRS (los que sí comparan conocimientos en niños de 10 años) y los PISA (que se refieren a los de los chicos y chicas de Secundaria) Andalucía -pese a destacar en chavales concretos que obtienen premios nacionales de bachillerato- deje de estar siempre en los puestos alejados de las mejores notas.

Ni pío

Cada vez que esas frases hirientes salen de la boca de políticos que no son del PSOE, restan siempre cartel a quienes se postulan para que esta comunidad cambie -como legítimamente se postulan a seguir gobernándola los que ganan siempre en Andalucía-. «Al suelo que vienen los nuestros», que dijo con afilada sorna Pío Cabanillas, un político recordado por demostrar mejor humor y mejor juicio que algunos de sus correligionarios más relevantes en el arco que va del centro a la derecha española. Por eso al quite ha salido, por ejemplo, el malagueño líder del PP andaluz, Juanma Moreno, con un perfil mucho más moderado que otros cargos de su partido en éste y otros asuntos, dejando escrito en las redes: «No compartimos las palabras de Isabel García Tejerina. Los niños y profesores andaluces son de diez; sólo les falta un gobierno a su altura».

Bares

Otras veces, la pestecilla supremacista no nos llega del eje Norte-Sur, sino que viene de quienes se quieren separar de España por el RH y la pela e identifican Andalucía con los peores tópicos españolistas. Como si aquí la televisión estuviese a todas horas poniendo programas de copla, toros y sevillanas -bueno, otro día hablamos de eso-. El supremacismo nacionalista suele caer en la tentación de acusar a Andalucía de ser la mayor rémora económica para las comunidades menos subvencionadas. Por eso aquello de Artur Mas de que a los andaluces no se les entiende ni en castellano. O aquello del aparentemente moderado Duran i Lleida sobre lo bien que viven del PER los andaluces «todo el día acodados en el bar de su pueblo». Impresentables pregones que, para nuestra desgracia, encuentran demasiados cuartos para emplearse en pregonarnos.

Afecta

Tampoco los votantes andaluces se interesan igual por sus propias elecciones que por las Generales. Fueron tantos años de votar el mismo día ambas, que esa inercia se suma a otras que han coadyuvado a que en esta tierra no haya habido alternancia en el poder. También a que en esta tierra no se valore a quienes critican a los que la gobiernan. Más bien, a los críticos del gobierno andaluz se les ve como fachillas o como a menos andaluces, desde que la UCD no apoyó la autonomía por la vía rápida del artículo 151 de la Constitución, y aunque de eso haga, redondeando, cuatro décadas. De hecho, lo que es un defecto de los gobernantes de casi todas las comunidades autónomas, que lo bueno que pase en ellas es mérito de ellos y lo malo es culpa de quien gobierna en Madrid, en Andalucía es un afecto.

Pantumaca

Se veía venir que separar las elecciones andaluzas de las Generales no iba a hacer que se hablara más de los problemas de los andaluces. Más bien se ensaya con los andaluces como habituales convidados de piedra el combate de liderazgos en Madrid y Cataluña. Porque de Cataluña sí se habla siempre. «Es el premio por no querer ser España casi la mitad de su población», deben pensar algunos hartos de soportar que se hable del órdago de Cataluña hasta en la sopa. Sin embargo, muchos catalanes a quienes no obceca hasta la ceguera su peculiar revolución indepe, también están preocupados de que, pese a este foco mediático -menos estelar que estelado-, tampoco se hable de los verdaderos problemas que cotidianamente aquejan a quienes viven allí. Y Olé€ Porque hoy es Sábado.