Vivimos en la sociedad de la dispersión y el espectáculo. Cuanto más dispersos, más débiles somos. Un gran porcentaje del tiempo estamos desconcentrados. Y lo negativo parece tener tanta fuerza que lo positivo a su lado se diluye, casi desaparece. Desconcentrados y dispersos preferimos lo denso, el lío, el conflicto. Somos humanos del siglo XXI. ¡Qué remedio! Víctimas del capitalismo depredador y del consumismo desaforado, de la digitalización y de la redes sociales. A punto de ser sustituidos por robots y de la conquista del espacio. Pero podemos rebelarnos, y una forma de hacerlo es practicar yoga.

Si me lo permiten, y que no se molesten los deportistas, en yoga vamos un poco más allá porque evitaremos el desgaste del deporte haciendo un uso mucho más consciente de la respiración. El hilo conductor del yoga y lo que hace que sea tan beneficioso es la respiración. Gracias al control de la respiración mediante ejercicios muy concretos, podemos incidir en el flujo mental y transformarlo.

No olviden que les estoy hablando de una filosofía de vida que surge en la India hace 10.000 años. Durante siglos su práctica pasa de maestro a discípulo y las primeras referencias escritas datan aprox. del 4000 A.C. Encontramos referencias al yoga en los antiguos Tantras y en los últimos vedas. Alusiones simbólicas al yoga. En los Upanishads, considerados la culminación de los Vedas, y en los Yoga Sutras del sabio Patanjali donde ya están descritos los ocho pasos del yoga. Que resumiré y traduciré para no aburrirles demasiado en: normas de conducta, valores éticos, postura, respiración, introspección, concentración, meditación, liberación.

Los primeros hallazgos fueron restos arqueológicos encontrados en el Valle del Indus, en el actual Pakistán. Que datan de antes de la civilización Aria. Estatuas en las que vemos al dios Shiva y a la diosa Parvati practicando distintas posturas de yoga.

Tal vez no nos interese reconocerlo abiertamente porque no forma parte de nuestra cultura directa pero antes de que nacieran los grandes profetas, ya los antiguos hinduistas habían encontrado la manera de poder equilibrar y armonizar nuestra existencia. En esto nos superaron con creces porque en Occidente, a partir del cristianismo el cuerpo se consideró la fuente de las pasiones y por lo tanto algo que tenía que ser sometido. Gran error que desgraciadamente arrastramos hasta día de hoy.

De ahí que hayamos heredado tantas prácticas y ejercicios de yoga físico y en cambio ninguna de origen cristiano. En el hinduismo y el budismo el hombre es actor y se rescata a sí mismo. No es una víctima que tiene que ser perdonada por un dios todopoderoso.

Y que conste que me gusta coger lo mejor de todo y por eso siempre tengo una imagen de la virgen cerca y considero que hay valores cristianos útiles y beneficiosos. Pero, o bien desaparecieron en las quemas de bibliotecas durante la Edad Media, o la realidad es que no nos han llegado prácticas físicas del cristianismo. Ya me hubiera gustado.

La respiración del león

Gracias al yoga, abrimos el campo de visión y logramos mirar la situación X desde arriba, como si de un pájaro que la sobrevuela se tratara. Uno puede desenfocar lo negativo y enfocar en todo lo positivo que también está en el plano.

El planteamiento frente a una situación compleja sería: ¿Qué está queriendo decirme la vida? ¿Qué aprendizaje se desprende de todo esto?

Por eso, de una vez por todas debemos potenciar la importancia del intelectual en equilibrio, que se concentra, que se cuida, que come y respira bien y que no se siente ridículo por destinar parte de su tiempo a ello. Porque la realidad es que necesitamos de todas nuestras facultades para lidiar con la vida y porque cada vez vivimos más años y se trata de vivirlos de la mejor manera posible.

Entre las muchas respiraciones que existen, hay una respiración muy beneficiosa, la respiración del león.

La voy a explicar porque es muy divertida. Consiste en sacar el aire de golpe sacando la lengua hacia fuera, como un león que ruge. Pero cuidado de no forzar y dañarse la garganta. Sólo sacar el aire con energía y la lengua a la vez, y dejar que salga todo el aire del cuerpo imaginando que nos deshacemos de la rabia. Mejor no practicarla en una cena si no quieren que los demás piensen que se han atragantado.

Se puede hacer cuando uno lo necesite pero es recomendable cuatro veces por la mañana, cuatro veces por la tarde y cuatro veces por la noche.

Y cuando aparezcan esos pensamientos negativos propios de los humanos del siglo XXI, les invito a dejar que se los lleve el viento. El viento, para mí, es una metáfora de la respiración. Al inhalar nos llenamos de oxígeno y de mensajes positivos. Al exhalar, dejamos que todo lo negativo se lo lleve el viento.