Sí, escuché los fuegos artificiales del crucero a las tantas de la noche del domingo. Estaba viendo una nadería de thriller, 'La trama', de esos productos que acostumbran a protagonizar Mark Wahlberg y Russell Crowe, cuando el estruendo rítmico de una celebración intempestiva rompió con todo. Incluso pudo con esta rutina del mogollón, la fiesta eterna (ya no hay lunes en el centro) y el cachondeo perenne (o su eufemismo: desestacionalización del turismo) que está hinchando de gases nuestra ciudad.

Pero, de alguna manera, de un modo simbólico, supongo, lo de los fuegos artificiales desde el puerto el fin de semana de las inundaciones en que había muerto un bombero y muchas personas perdieron mucho en diversos municipios de nuestra provincia le movía uno a la arcada moral: hemos vendido nuestra ciudad tan barata y a quienes todos le importa tan poco, que uno ni siquiera tiene derecho a cierta dignidad en su resignación. Y, la verdad, no voy a entrar en el juego de si fue el Ayuntamiento o la Delegación del Gobierno quien le diera su autorización a los responsables del crucero para llenar de petardazos de colores un cielo que estaba de luto (seguramente, los del megabarco ni lo solicitarían: están acostumbrados a que les pongan alfombras rojas allá donde atracan). Cuando lo verdaderamente estruendoso es la falta de decoro las culpas son secundarias.

Es difícil vivir en una ciudad turística, en la que uno tiene que driblar la envidia por la muchedumbre que aquí viene a pasar su feliz asueto; la cotidianidad de uno, gris, difícil, a veces hosca, choca sin remedio con las explosiones de almuerzos sin fin, a todas horas, juerga y risotadas de los que se lo están pasando de muerte. En el mismo lugar en el que tú te buscas la vida, otros se pegan la vida padre. En esa convivencia siempre sale uno perdiendo, desde luego, pero ese uno espera que, al menos, se le tenga en cierta consideración o se le respete. Imposible: la invasión de la alegría ha podido con todo y ya no tenemos ni derecho a la tristeza en la Málaga de la fiesta infinita. Por cierto, el título original de 'La trama' es 'Broken city'.