"Lo maravilloso de España es que sea tan española». Esta frase - algo críptica - del ilustre escritor y enólogo británico Harold Waldo Yoxall fue publicada en los comienzos de los años treinta del siglo pasado. En uno de sus admirables artículos de Vogue, la indispensable revista de la upper-class de la Europa que todavía se resistía a olvidar la Belle Époque.

Es obvio que los que hicieron posible - hace ya más de medio siglo - uno de los lugares con más carga de belleza y magia de la España mediterránea, ´La Virginia´ de Marbella, compartían esta afirmación del maestro Yoxall. La Virginia se convertiría en un rincón de España y de Andalucía en estado de gracia, con unas reglas de juego y de convivencia absolutamente españolas, aunque la mayoría de sus artífices no lo fueran. Aquel paraíso que aquellos que vinieron de otras tierras quisieron, hace ya medio siglo, convertir en una hermosa realidad; que cumple hoy sus cincuenta años. Para los iniciados fue la cristalización de algo tan emocionante como la búsqueda del paraíso perdido. Hoy sábado se festeja el 50º aniversario de la creación de La Virginia. Hoy, por lo tanto, es un día importante para Marbella y para toda la provincia de Málaga.

En los comienzos de los años sesenta trabajaba este servidor de ustedes en la sucursal de la calle San Miguel de Torremolinos de una conocida agencia de viajes que, con la tutela de la familia Utrera, fue pionera en aquellos años prodigiosos: Viajes Málaga. Juan Manuel Figueras era uno de nuestros clientes más especiales. En aquella España casi unidimensional, alguien como él tenía forzosamente que llamarnos la atención. Siempre fue un muy civilizado y carismático ciudadano del mundo, cultísimo, hablando un montón de idiomas. Tenía entre sus amistades de aquella época a todos los personajes importantes que recalaban por el Torremolinos mágico de aquella época.

Un día me confesó que tenía un proyecto. Convertir una finca maravillosa que había encontrado en Marbella en un lugar para personas como él y sus amigos. Soñaba con poder convertirse un día en el alcalde de un pueblo andaluz que nunca pretendería ser un lugar perfecto. Y donde todos se respetaran dentro de las reglas de la cortesía, practicando el culto a la belleza del entorno y el sentido del humor. Eso sí. Observando las normas del buen gusto que obligan a nunca fastidiar al vecino.

Hoy se celebra en la capilla de La Virginia el 50º Aniversario de su creación. Con la presencia augusta y el testimonio de Donald Gray, aquel arquitecto portentoso que llegó de Australia en 1958. Pocos amaron más que él a España y las claves secretas de la arquitectura popular andaluza. Hace tres años que le concedieron el muy prestigioso Premio de Arquitectura Rafael Manzano. Entonces lo contó muy bien en El Mundo mi admirable amiga y maestra, Berta González de Vega. Donald Gray, junto a Juan Manuel Figueras y Freddy Wildman, Mary Foxá y Rafalito Neville; él sería uno de los catalizadores de aquel pequeño milagro que sigue siendo La Virginia. Es por lo tanto el día de hoy una jornada importante. Para Marbella y para toda Málaga.

Con este motivo, me recuerda tantas cosas el impulsor de este encuentro, mi buen amigo, el periodista Jorge Lemos. Entre ellas, aquel festival de Música. Fue gracias a otro gran amigo, Enrique Arias, el genial pianista colombiano y convecino de La Virginia, el que se organizara allí el Festival Internacional de Música de La Virginia. En la semana del 20 al 27 de julio de 1975. Actuaron Nicanor Zabaleta con su arpa, Enrique Arias con su piano, ambos residentes en La Virginia. Y Christian Ferras, el violinista. Y la soprano Victoria de los Ángeles y José Meneses, cantaor excelso y el Cuarteto Tslich de Praga. La venta de entradas se hizo en Viajes Málaga y en Ultramar Express.

Nos confirman los datos que aportan Jorge Lemos y mis propios recuerdos «que no había día en las calles de La Virginia sin la presencia de tres marquesas y un par de príncipes, el gran Rafalito Neville, Alejandro Vallejo Nájera, la condesa María de Foxá, viuda del maestro Agustín de Foxá, Lola Flores y su clan, Mimi de Ouro Preto, marquesa de Arcangues, los tres daneses virginianos (Jürgen Vig Muller, Kurt Bergstrom y Preben Andersen) o el americano Donald Munson, con la inolvidable Candy Rooijakkers, la providencial secretaria del también providencial Juan Manuel Figueras». Como nos contaba el malogrado maestro Nacho García-Valiño en un libro portentoso - Ayer en la playa editado por el genial José María Sánchez-Robles de Edinexus - fueron también parte de La Virginia otros personajes: Jaime de Mora y Aragón, Orson Welles, la condesa de Villapadierna, Claudia Cardinale y Edgard Neville. Y tantos otros a los que pido perdón por no mencionar.

Larga y civilizada vida le deseo a La Virginia y a todos los buenos Virginianos.