El español es más de llegar que de irse. Llega tarde pero llega. Irse es otra cosa. Siempre hay que tomar la última. La gente no se va ni con cerveza caliente. Yo he visto camareros blandiendo espátulas para desalojar una sala de exposiciones. Desalojar no a gente viendo cuadros, a gente apurando eso de «copa de vino español» servida tras la inauguración. Sí, sí, ya sé que las espátulas son cosa de albañiles.

Irse de la política tampoco es fácil. Cospedal renuncia a sus cargos en la directiva del PP, como si nos hiciera un favor, pero se hace el favor a sí misma de conservar el escaño, que da un sueldazo de mareo y un aforamiento chachi. Cospedal encargó espiar al hermano de Rubalcaba y a Javier Arenas, que ignoramos si tiene hermanos pero que sí debe tener muchos secretos. Es decir, comete dos pecados: uno, encargar esos dossieres. Otro: no enseñárnoslos.

Cospedal se movía bien en las cloacas, pero esto no es inducción a comparación zoológica y sí constatación de que la mugre acaba con las carreras políticas. Cospedal se va pero se queda, sí pero no. La otra noche se presentó en la fiesta del veinte aniversario del periódico La Razón, por ver si se cargaba de ella, tal vez. Llegó y se enfadó con los periodistas, que querían preguntarle por sus conversaciones con Villarejo. Eso certifica hasta qué grado está fuera de la realidad: vas a la fiesta de un diario el día que salen a la luz tus conversaciones con uno de los personajes más oscuro-turbios de la contemporaneidad y te enfadas si te preguntan. De ahí a creerte que levitas hay un paso. Hoy no le sonarán los teléfonos. Dejarán de llegarle las invitaciones. Desde aquí se oyen los martillazos en los clavos de los que fabrican su ataúd político, si bien somos escépticos acerca de ciertas muertes y sin ser fervientes creyentes en lo de Lázaro sí estimamos las capacidades de resurrección de gentes como Cospedal, que es fiera y seca, dura y tenaz. A un paso estuvo de estar donde está Casado, cansado de crisis en el partido. Y lo que le queda. La próxima puede ser por el resultado de su partido en Andalucía. Cospedal no se va pero se irá. En la mejor tradición española. Lo tuvo todo, hasta los tanques y el favor de Rajoy. Ha pasado de que se le cuadren los generales a que los bedeles del Congreso hagan chanzas sobre ella. Anda como un palo.