Los hosteleros de Málaga han amenazado con hacer una huelga. Ahí nos duele. La taberna es un artículo de primera necesidad. En las tabernas hemos hecho versos, hemos dado besos, nos han dado vino excelso o malísimo, hemos trabado amistades, hemos roto sueños, comido ensaladilla rusa y croquetas rellenas de adjetivos.

Salir de una taberna cuando está amaneciendo es una experiencia igualable. Pero no por eso menos placentera. En la edad madura conviene no abusar de esta costumbre, practicarla tal vez una vez al trimestre, aunque los recuerdos, pocos, que tenemos de una primera y alocada juventud, nos inducen a pensar que era hábito semanal. Una ciudad con los bares y restaurantes, abrevaderos, botillerías, fondas, comisterías y restoranes cerrados es una ciudad muerta, sedienta, silente, triste, lúgubre e invivible. Los hosteleros se oponen a la moratoria de apertura de establecimientos y también se niegan a aceptar la nueva norma sobre el ruido, que les conmina a retirar las terrazas antes. El alcalde ha estado renuente al diálogo con los hosteleros, no ha querido sentarse con ellos en una mesa. Lo suyo sería hablar, aunque fuera de pie en la barra. Y ha ido mandando emisarios hasta que sucesivamente han vuelto derrotados. Se acercan las elecciones y los hosteleros amenazan con reventar el día 30, día del alumbrado navideño, cerrando a canto y cal los mesones, los establecimiento. Sería el caos. Ciudad sin oferta. Alcalde en apuros en vísperas de elecciones. El regidor no parece saber muy bien qué hacer con el Centro Histórico. El conflicto se enquista. Como el de los bomberos. También para negociar con este sufrido colectivo va enviando De la Torre emisarios que se queman, nunca peor dicho, pero él no interviene. O no mucho. El fracaso de un alcalde, de cualquier alcalde es que su ciudad muera y si la ciudad soporta un solo día sin despachos de croquetas, expendedurías de salpicones, vasos de pajarete, cañas, pitufos y cafelazos podría estar bien herida. Y los guiris ayunos y alucinados. Mala publicidad. Los vecinos del Centro están en el centro pero del conflicto. Enmedio de la pugna, cuando lo que querrían es estar en su casa sin ruidos. Haya paz. Haya diálogo. Málaga, la de las mil librerías y un día sin tabernas. A ver si la «ordenanza de convivencia» va a ser para matarse.