Vinculaba Ortega y Gasset filosofía y deporte, al afirmar que ambas eran «ocupaciones felicitarias» frente a las «ocupaciones forzosas». Algo así como que una y otra actividad no tienen detrás un fin material (excluyamos la práctica deportiva profesional) y sí el de alcanzar un determinado placer. También sugería, ante la escasa curiosidad filosófica de la humanidad en nuestros días, vivir cada instante de la manera más intensa posible.

A la espera de que pueda llegar ese día en el que la sociedad actual tome buena nota de las lecciones del propio Ortega o de nuestra paisana María Zambrano, al menos deberíamos felicitarnos porque la asignatura de Filosofía haya vuelto a tener carácter obligatorio hasta el último curso de Secundaria (en 2013 había dejado de ser troncal en segundo de Bachillerato, a raíz de la entrada en vigor de la LOMCE).

Justo hace un lustro, a la vez que quedaba arrinconado ese temario en el curso previo a los estudios universitarios, nacía la Asociación Española de Filosofía del Deporte. Su propósito no es otro que el de promover el estudio y análisis interdisciplinario del deporte, con verdaderas lecciones sobre el papel ético que entraña su práctica, así como la importancia del Derecho del Deporte. Recordemos en este punto que Andalucía fue pionera en España en la puesta en marcha de su propia Ley del Deporte. El texto recoge, por ejemplo, que todos los andaluces tenemos el derecho a practicar y a conocer el deporte.

Acerca de la ética deportiva, los profesionales también juegan un papel importantísimo. En especial quienes a diario, en virtud del carácter planetario que han alcanzado ligas como la española o la inglesa, son seguidos por millones de personas. Y en esa elite también figuran futbolistas de Segunda División, por pertenecer a escuadras históricas como es el caso del Málaga CF. No es muy habitual, pero debiera serlo, que los jugadores impartiesen sus particulares lecciones de filosofía o ética deportiva.

La semana pasada nos sorprendió gratamente el gesto, obligado o no, del malaguista Alfred N´Diaye. Tras enzarzarse el senegalés «como si fuera una pelea callejera» (así la definió su entrenador, Juan Ramón López Muñiz), el centrocampista vio la cartulina roja frente a Osasuna en Pamplona. El lunes, ya en frío, el Málaga CF divulgó un vídeo del jugador en el que mostraba sus disculpas: «Quiero pedir disculpas a todos, a la afición, a los niños que estaban en el estadio. He hecho un mal gesto, que es una mala respuesta a los rivales que nos han provocado».

Lamentablemente estamos muy poco acostumbrados a que estrellas más o menos mediáticas ejerzan ese tan loable deporte que representa la autocrítica. Que el profesional sea consciente del ejemplo que representa para una cuota importante de la sociedad debiera incluso fomentarse. ¿De qué manera? Pues con iniciativas que, otra vez en Andalucía, ya hemos implantado. Desde 2014, las competiciones oficiales del fútbol andaluz incluyen la tarjeta verde del gaditano Kike Caba, con la que los árbitros premian «los gestos deportivos».