La música fue, es y será una de las manifestaciones que transfiere a la vida una pauta plausible para decidir ser tú. Mañana, se abrirá la caja de resonancia de las promesas inconclusas; de los grandes proyectos para seguir equipando a una ciudad con un vestuario flamante que no sabe qué ponerse cuando nos llega tanto alboroto electoral. El no conocer el destino para generar un futuro modelo de ciudad habitable, acogedora y sostenible, esa ordenación de Málaga tan anhelada, supone estar inmersos durante quince días en una contienda más acentuada entre partidos -más de lo mismo-, combatiendo por un liderazgo que los posicione en esa tangente de poder y ambición. Mucho ruido y poca música indulgente. Un instituto de la capital, sentido y reconocido como es El Ejido -IES Cánovas del Castillo-, en nuestro cercano recuerdo de una Málaga por reconstruir su referencia, ha decidido, gracias a su equipo de profesores y alumnos, desarrollar una iniciativa consistente en restituir el anunciador timbre discordante para el cambio de clase por un programa musical variado, con la intención de sustituir los ruidos estridentes del paso normalizado de asignaturas y generar inversiones renovadas de inquietud en los ánimos de los estudiantes. Gran ocasión y momento clave en nuestra existencia ésta de sobreponer la música frente al estrépito. La música tiene consecuencias muy efectivas para la salud física y emocional: regula el nivel de hormonas relacionadas con el estrés; fortalece la memoria y el aprendizaje; afecta a la velocidad de las ondas cerebrales y recrea los recuerdos. Por tales beneficios, animaría a los candidatos a que no cayeran, de nuevo, en lo que nos tienen acostumbrados: discursos ejecutados con nocivas armonías cuyas notas despliegan zozobra en la ciudadanía. Recuerden a Víctor Hugo cuando nos apunta: «La música expresa lo que no puede ser dicho y aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio». Sean músicos y hallen el equilibrio.