La encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que dirige el sociólogo y socialista Félix Tezanos, no ha dejado a nadie indiferente. No soy sociólogo y, por tanto, incapacitado para analizar o juzgar si la cuenta de resultados es la correcta, si la cocina beneficia al PSOE andaluz u oculta que, sin ella, podría llegar Susana Díaz a los 50 diputados. Sí se desprende de los resultados, como hasta ahora en todas las encuestas publicadas, dar por ganadora a Susana Díaz y al PSOE, con más o menos puntos, pero claramente destacada en el voto de los andaluces, con diferencias de entre 13 y 15 puntos con respecto a la segunda fuerza. Y de todas ellas se desprende, además, la caída en picado del Partido Popular andaluz que perdería alrededor de 11 diputados, los mismos que gana Ciudadanos. La operación de Teresa Rodríguez y Maíllo no suma más de lo que tenían por separado; fallido intento de cercar por la izquierda a Susana Díaz. De estas previsiones de voto, se deducen algunas cuestiones de por dónde pueden transitar los partidos, sus cabezas de lista y quienes, en la sombra, alimentan los argumentarios de ellos.

A Susana Díaz, por ejemplo, que se da por ganadora, en la misma mañana que era conocida la encuesta del CIS, dos personas de su más cercano entorno le dijeron que no se la creyera, que no había que bajar la guardia, ni la tensión y seguir pateando cada metro cuadrado de Andalucía, pidiendo el voto, uno a uno. Buen consejo porque cuando faltan 16 días para votar «dormirse en los laureles» de las encuestas favorables le podía ser muy pernicioso. A Susana, le han dicho, también, que haga una campaña plana, sin grandes promesas (que no se cumplen), sin entrar en combates que no le dan nada. Promesas simples y sencillas. Tiene el viento a favor y de nada le ayudaría moverse en el fangoso terreno de una campaña altamente tensionada.

A Moreno Bonilla, además de no creerse nada de cara al público, en privado sabe que las coincidencias de tantas encuestas en darle por claro perdedor le ha hecho torcer el gesto y avinagrarle los días que faltan para que los andaluces sancionen en las urnas que el PP se hubiera convertido en la cloaca del Estado, con la corrupción depurando por todos los poros. Los intentos de Moreno Bonilla de mirar hacia otro lado, que la corrupción del PP es agua pasada y olvidarse de quienes pagan en prisión por haber robado, no le ha dado el resultado esperado. Moreno Bonilla, mal aconsejado, ha crispado la precampaña, la llenó de tensión y hecho promesas que nunca podría cumplir. Y para terminar de arreglar el desaguisado, su líder Pablo Casado, echa más leña al fuego proclamando que las elecciones andaluzas son la antesala de las generales. A Casado le importa un pimiento las elecciones andaluzas y así le va.

Ni Teresa Rodríguez ni Maíllo pensaban que, sumando ambos partidos, se iban a quedar con el mismo resultado de 2015. No era lo que le decían trabajos internos, como tampoco que Teresa Rodríguez decidiera encabezar la coalición por Málaga. Salían, y así le decían encuestas propias, como clara segunda opción en las urnas y a poco menos de cinco puntos del PSOE. Estas mismas tesis (y otras más internas) fueron las que sirvieron para que Pablo Iglesias no montara el cirio (como lo ha hecho en Madrid) y avalara la marca Andalucía, adelante. De futuro, tanto Rodríguez como Maíllo, tienen dicho que nunca permitirán un gobierno de derechas en Andalucía. Pues eso.

A Ciudadanos, con el aval de Arrimadas, se le veía en la cresta de la ola e incluso, decían y tenían trabajos ad hoc, podrían ser la primera fuerza en Andalucía o, al menos, superar al PP andaluz (lo que es posible pese a su escasa presencia en el medio rural) y ambas fuerzas sumar por encima del bloque de izquierdas con lo que Juan Marín ya se veía en el Palacio San Telmo. Nada de nada. Ciudadanos, que en las encuestas sube como la espuma, sufrirá un considerable batacazo porque cuando se pone el listón tan alto lo más seguro es que te des de bruces. La estrella de Marín se perderá en una oposición con llanto y crujir de dientes como se dice en el Evangelio de San Mateo.

Sí hay dos cuestiones a ponderar antes del 2 de diciembre y en la misma noche cuando se sepa el voto del pueblo andaluz, la primera: hay un 26% de indecisos. Una campaña mueve al voto a un 10% de estos indecisos. Es la esperanza de la derecha. La segunda cuestión está clara: sea cual sea el resultado final, habrá necesidad de pacto en tres dimensiones: de Gobierno, cosa improbable; de legislatura, medianamente posible o de investidura, lo más seguro.