Vivimos rodeados de chapuzas y el asesinato de Jamal Khashoggi es solo la última. Si se paran un momento a pensar seguro que descubren a un par de chapuceros en su entorno inmediato. Siempre los ha habido, desde Cristóbal Colón que no sabía adónde iba y nunca se enteró de adónde había llegado, hasta Felipe II que no fue derrotado por las tormentas ni por los ingleses sino por su chapuza de no saber organizar el embarque de las tropas de Farnesio en los buques de la Armada. El propio Hitler fue un chapucero que por hacerse con más de «espacio vital» montó la que montó y acabo quedándose sin tierra incluso para su sepultura. Pero esas eran chapuzas a lo grande que cambiaron el mundo. No como las de esos «historiadores» californianos que quitan la estatua de Colón en Los Ángeles con la excusa de que mató a indios, cosa que no consta que nunca hiciera, y en cambio no dicen nada de los a Pilgrim Fathers que esos sí que se hincharon a matarlos hasta no dejar casi ninguno en América del Norte. U otros héroes locales como David Crockett y Daniel Boone que también los mataron a docenas, igual que hizo el presidente Jackson con los seminolas de Florida y su efigie está en los billetes de veinte dólares sin que nadie diga nada. Y en cambio critican a Junípero Serra que los metió (a la fuerza) en escuelas.

Entre nosotros tenemos muchos chapuceros como esos políticos que después de 40 años no logran consensuar una Ley de Educación, ¡y vamos ya camino de la octava! Nuestros hijos no se merecen tanta incompetencia y por eso son los que menos saben según los informes de Pisa. A distancia sideral de los niños finlandeses, que además no llevan deberes a casa. Y no es un problema de dinero sino de su reparto, de organización y de motivación de los niños y de motivación y preparación de los profesores. No quiero hoy hacer sangre con la chapuza del Procés porque ahí se ha llegado al colmo del ridículo con pasitos atrás y adelante, con leyes violadas, amenazas incumplidas y lazos amarillos. La yenka catalana, que dicen. Lo dejo para otro día porque hoy prefiero centrarme en la chapuza del gobierno con los restos de Franco. Ahora ha cambiado la Ley de Memoria Histórica para que no estén al alcance del público. Si yo fuera pariente de Franco me los llevaba al Pazo de Meirás y así lo cerraba para siempre a esas visitas que quiere la Junta de Galicia y la familia no permite. Y otra chapuza excelsa es la del Tribunal Supremo con el pago de las hipotecas. ¡Esa sí que ha sido otra yenka de inseguridad jurídica! Que paga usted, no usted... ah, perdone que era usted. ¡Vaya papelón que han hecho los magistrados! Y no hablemos del que está haciendo Theresa May con el Brexit. Antes de abandonar Europa ya ha sido abandonada por la mitad de su gobierno. Claro que el papelón no es solo suyo sino de los británicos que votaron para estar mejor y van a acabar mucho peor. Otra gestión chapucera es la de Pedro Sánchez con el presupuesto. Después de estar dispuesto a pactar con quien fuera sin lograrlo va a acabar prorrogando el del PP que tan acerbamente criticó cuando estaba en la oposición. Todo sea por la patria, perdón, por la poltrona.

Otros chapuceros son los de Gürtel, los Eres, o los del 3% porque a todos los pillaron con las manos en la pasta. O los que recurrieron a ese sinvergüenza que grababa las conversaciones de quiénes a él acudían para pedirle cosas en el borde mismo de la ley y que se dejaron pillar por él. Desde una diputada (de campanillas) del PP a la ministra de Justicia. Ingenuas, debían pensar que trataban con gente honrada. Sin olvidar a aquella presidenta autonómica que robaba cremas chapuceramente. Otra chapuza fueron las explicaciones de la señora vicepresidenta tras su reciente visita al Vaticano, que tuvieron que ser desmentidas por la Santa Sede, o los tartamudeos y dudas de la ministra de Defensa sobre si vender o no armas a Arabia Saudita.

Y ya que estamos en Riad, es difícil imaginar un crimen más chapucero que el del periodista Jamal Khashoggi por parte de un equipo de matones despachados en un vuelo comercial hasta Estambul para la tarea. E igual de chapucero fue el intento de encubrirlo. Primero lo negaron e incluso pasearon a un sosia con la ropa del difundo y un bigote postizo, luego aceptaron que se les fue la mano, y al final reconocieron que fue un crimen premeditado cuyos indicios apuntan al propio príncipe heredero Mohamed bin Salman, que ha resultado ser otro chapuzas.

?Para seguir con crímenes tenemos la gran chapuza cometida por agentes rusos al intentar asesinar al exespía Sergei Skripal y a su hija en Londres y acabar matando a una pobre vecina sometida a la radiación de un poderoso agente químico (Novichok A-234) al alcance de muy pocos laboratorios. Parece que a Putin tampoco le molesta que sus ex-colegas del FSB (la antigua KGB) sean captados por cámaras callejeras y sus nombres den la vuelta al mundo porque lo que quiere es amedrentar a sus adversarios. Igual hizo con Alexander Litvinenko, otro exespía asesinado con gas polonio, también en Londres.

Añadan los que ustedes quieran. A mí lo que más me preocupa es que a los chapuceros ya no les importa parecerlo con tal de salirse con la suya.

*Jorge Dezcállar es diplomático