La cita del 2 de diciembre de los andaluces con las urnas es la primera de una serie que en principio debería culminar con las generales, cuya convocatoria es la gran incógnita por despejar. Serán renovados los escaños de todos los parlamentos, excepto los del catalán, si en Cataluña no hay adelanto electoral, algo que tampoco puede descartarse, así como las alcaldías y los gobiernos en su correspondiente nivel. Desde hace unos años, en la política española todo es provisional, y, por ello, los electores aguardan cada batalla electoral con la esperanza de que el país recupere la estabilidad y adopte un rumbo claro.

Durante un mes, los dirigentes políticos y sus partidos estarán volcados en Andalucía. Las elecciones andaluzas han levantado grandes expectativas. El hecho de que esté llamado a votar el mayor censo electoral de las autonomías y que no compitan partidos nacionalistas, hace inevitable que se escruten los votos buscando señales de lo que pueda ocurrir en las siguientes elecciones generales. La moción de censura ha cambiado el clima político y la estrategia de Pedro Sánchez al frente del gobierno nacional está generando mucha incertidumbre. Las perspectivas de los partidos son inciertas y esperamos de las elecciones que nos ayuden a despejar el futuro inmediato de cada uno. Puesto que parece seguro que ninguno conseguirá una mayoría absoluta, se aguarda con interés la formación del ejecutivo autonómico, que desvelará la disposición y las preferencias de los partidos a la hora de pactar.

No obstante, aunque resulte imposible sustraerse a la incidencia que los resultados, con total seguridad, tendrán en la política nacional, las elecciones son en primer lugar autonómicas y, como tales, tienen ya un elevado interés. Andalucía es la única comunidad autónoma donde aún no ha habido alternancia en el gobierno. En 2011 el PSOE sufrió su primera derrota electoral, pero pudo mantenerse en el poder gracias al apoyo de IU. La percepción de la situación general de la región es negativa, la valoración del gabinete de Susana Díaz es más bien desfavorable y hay una mayoría partidaria del relevo en el gobierno, pero el PSOE es el favorito indiscutible para ganar las elecciones. Solo falta saber si lo hará con un respaldo electoral aumentado o reducido. La hegemonía del PSOE en Andalucía da síntomas de declive, pero una poderosa inercia de dimensión histórica lo sostiene en el poder.

Los electores andaluces declaran que conceden prioridad a los asuntos de la región, pero el resto de españoles, lógicamente, prestamos atención a estas elecciones por las deducciones que podamos hacer de ellas en la política nacional. Al contrario que en otras ocasiones, el resultado del PSOE tendrá un significado menor en relación con sus posibilidades en las próximas generales. La fortaleza del liderazgo de Susana Díaz en Andalucía singulariza el proceso electoral e impide hacer cualquier extrapolación de los resultados sin más precisiones. A ello se añade que a pesar de las complejas complicidades a las que ambos se han visto abocados, su rivalidad con Pedro Sánchez en la pugna por la secretaría general del partido marca diferencias en su actuación política y que podrán verse reflejadas en una respuesta diferente de los votantes. De manera que estas elecciones servirán poco para comprobar la evolución del apoyo electoral al PSOE de Pedro Sánchez.

Sin embargo, son una prueba de fuego para Pablo Casado y para Ciudadanos. El verdadero interés de las elecciones andaluzas se concentra en saber en qué orden quedarán el PP y Ciudadanos, porque es seguro que los dos seguirán trayectorias diversas, uno ascendente y otro descendente, dependiendo de cuál sea el resultado. Téngase en cuenta lo que esto puede suponer para el sistema español de partidos. Ciudadanos aspira a confirmar que está en condiciones de llegar a La Moncloa, una meta que persigue con ahínco. Los andaluces le indicarán a Pablo Casado si su propuesta de irse a la derecha para reunificar el espacio electoral ha sido un acierto, si este es hoy un objetivo posible, y a los dirigentes del PP les hará pensar sobre la decisión que tomaron un día de poner el partido en manos de Pablo Casado. Los pronósticos no le son propicios. Ciudadanos más que duplica sus votos, amenaza la posición del PP de primer partido de la oposición y se reserva un margen de maniobra para pactar a derecha e izquierda. Para colmo, podría hacer su primera aparición parlamentaria Vox, la primicia que Casado quiere evitar a toda costa.

Verse superado y relegado por Ciudadanos sería un duro revés para el PP y para Pablo Casado, un pésimo augurio para los dos. Pero en el supuesto contrario, los planes de Ciudadanos sufrirían un nuevo retraso, con la consiguiente frustración entre sus dirigentes y simpatizantes. El PSOE de Pedro Sánchez quizá deba esperar a las elecciones de mayo para conocer las intenciones que pueda tener la sociedad española cuando sea el momento de anunciar su sentencia política sobre el gobierno de la nación. Así pues, habrá que tomar nota de lo que vaya a suceder en Andalucía.