Ua vez jugué a fútbol sobre la nieve. Tres palmos de nieve cuajada, limpia, esponjosa y recién caída. Era muy parecido y te cansabas exactamente igual que jugando sobre la arena de la playa, la arena blanda, seca y apenas pisada. A veces desde dos caminos opuestos se llega al mismo punto.

Durante una época salíamos de continuo. Aún no habíamos llegado a casa y ya nos citábamos para un rato después. Caía algún mensaje de quedada en clave, en plan 'Spoonful, 7', y algún veterano saltaba por la borda respondiendo 'Espidifen, 600'. Yo pensaba qué clase de tortura física conllevaba una resaca a partir de cierta edad. Ahora sé que el dolor del despertar del día después no es tanto físico sino mental. Lo peor de las resacas es el remordimiento. Ese sentimiento de culpa cristiana.

Lo he padecido igual con el fútbol, cuando me he escaqueado de compromisos sociales o familiares para quedarme solo viendo partidos por la tele, cuando en lugar de salir me he encerrado en casa a lo hikikomori. Si luego pierden los que yo quiero que ganen me siento siempre culpable: el diosito Don Fútbol me ha castigado por no hacer lo que debía. La culpa es mía. A veces desde dos caminos opuestos se llega al mismo punto.

Es una suerte que el tema principal de estas columnas sea mi estupidez, porque así tendré material infinito. Las cosas que se me dan mal, las cosas que no sé hacer, las cosas que no me gustan. Espero también que se valoren los silencios, como dice Iñaki Uriarte: «A veces me han acusado de mostrarme poco generoso por callar y no elogiar cuando lo que yo habría hecho es abuchear». No se puede criticar todo. Hace unas semanas vi a un montón de pavos grabando con el móvil un 3-0 de penalti, supongo que para guardar el vídeo como un tesoro y enseñárselo a sus nietos dentro de treinta años, y que confirmen que sus abuelos son imbéciles.

He hecho un gran esfuerzo para no escribirlo hasta hoy, porque no se puede borrar de la vida todo lo que no nos gusta. Lo pensé también con la polémica de la letra de esa canción de Mecano. Si limpiara de sus letras todo lo que no me gusta, un grupo de música instrumental sería Mecano.

El otro día se retiró Arshavin. Eso que sentimos con Arshavin en el verano de 2008 cómo se vuelve a sentir.

A veces a tu equipo le empatan en el descuento y a ti se te quema la pizza en el horno. En ambos casos sobraron dos minutos. Hace una tarde ideal para quedarse en casa metiendo pizzas en el horno, o para jugar al Subbuteo, que hace poco me enteré de por qué se llama Subbuteo. Lo inventó un ornitólogo llamado Peter Adolph, y lo quería llamar The Hobby, que significa pasatiempo y es a la vez un tipo de halcón, pero en la oficina de patentes no le dejaron registrarlo. Adolph regateó el inconveniente registrando el nombre científico del animal: Falco subbuteo. Dice Valerio Magrelli en Adiós al fútbol que la capacidad principal del Falco subbuteo es golpear a la presa de forma rápida y precisa.

Mi jefe se llama Pepe porque su padre se llamaba Pepe y su abuelo se llamaba Pepe. Sin más. También me golpea de forma rápida y precisa. A veces desde dos caminos opuestos se llega al mismo punto.