Este fin de semana se cumplían seis años de la muerte de Sebastián Humberto Viberti. Su corazón dijo basta otro 24 de noviembre, como el pasado sábado, ese día señalado por la «no final» de la Copa Libertadores y el esperpento vivido en las inmediaciones del estadio Monumental donde Boca (o quizás finalmente River) fue doblegado sin bajar siquiera de su autobús.

«El Zapatones», aquel gigante malaguista de las botas de la talla 47, seguro que volvió a lamentar la enésima derrota como visitante del Málaga CF. Donde quiera que esté me resisto a imaginar que no sufre como cualquier abonado más cuando las cosas en esta complicada Liga 123 empiezan a torcerse. Y es que pintan bastos con tanto traspié a domicilio, por mucho que en su Bombonera blanquiazul los de Muñiz acumulen un pleno al siete.

A los que no habíamos nacido por entonces, los libros de historia malaguista nos recuerdan que Viberti llegó al entonces CD Málaga con el equipo también en Segunda División. Los ocho tantos del argentino del metro ochenta y siete de alto fueron fundamentales para lograr el ascenso de un plantel comandado, casualmente, por otro Juan Ramón (aquel de apellido Santiago). La Rosaleda cantó dianas de su futuro ídolo frente a Español, Elche, Burgos, Athletic B y Oviedo. Pero además anotó el tanto del empate en tierras burgalesas, ya en la segunda vuelta, así como los dos goles de la victoria en el campo del filial del conjunto bilbaíno.

Lo demás es mucho más conocido. Después de subir a Primera y de que el equipo se asentara de nuevo en la categoría, el propio Viberti guió al navío costasoleño hasta sus dos mejores clasificaciones históricas, aquellos séptimos puestos de las temporadas 1971/72 y 1973/74. El posterior Málaga CF ni siquiera pudo superar esos registros con Peiró en el banquillo, aunque el octavo puesto de principios de este siglo lo condujesen hasta una primera aventura europea.

Como después confesarían sus familiares, «El Zapatones» se quedó, no obstante, sin poder hacer realidad su sueño de poder disfrutar en directo de un partido del Málaga CF en la Liga de Campeones (su estado empezó a agravarse a medida que se superaban partidos hacia aquellos inolvidables cuartos de final). Viberti, a sus 68 de edad y desde la distancia, al menos había podido volver a emocionarse una y otra vez con una camiseta blanquiazul que había recuperado el brillo y el orgullo que luciera en su pecho. Y llegó a tiempo de festejar la cuarta posición liguera de la campaña 2011/2012, un inolvidable empate en San Siro frente al Milán o las goleadas europeas contra el Zenit, en casa, y el Anderlecht, a domicilio.

Seis años de aquello y parece que fue ayer. Pero ahora lo que toca es pensar en el Granada, después de la penosa derrota de ayer en Almendralejo. El turno de prolongar la inmaculada racha en casa. Y qué mejor manera que apelando al espíritu de Viberti o al olfato del también argentino Fito Vilanova, goleador en aquellos «derbis de la Cuesta de la Reina» en 1972 y 1974. Un paisano de ambos, Gustavo Blanco Leschuk, tal vez guarde en sus botas la llave hacia la gloria.