Hoy es viernes. Nótese que empezamos dando noticias. Viernes y última jornada de campaña. A estas alturas, a los candidatos, el cansancio, como el valor en la mili, se les supone. Pero te dicen que no.

-¿Cómo vas?

-Bien, estupendo.

-Algo cansado, ya, ¿no?

-No, no, de eso nada.

Y te lo dicen como si le hubieras o hubieses mentado a la madre. Niegan el cansancio como el niño que niega que se haya zampado el tercer donut, cuando estás viendo el paquete de cuatro abierto y que ya sólo queda uno. Niegan. Niegan. Niegan tener dinero (ojú qué angustia esa competición por ver quién está más tieso, más mojama, con menos parné en el banco), niegan tener seguros privados, chaveas en el cole de pago; niegan que sean sedentarios. Cualquier día van a negar que son humanos. Cuando está a la vista que lo son demasiado. Tienen nuestros mismos fallos pero más asesores. No hay cansancio. Esa es la consigna. Como aquello de «no hay descanso» que repetía Di Stéfano una y otra vez. A los jugadores y a los espectadores, en aquellos partidos que comentaba siendo ya bastante mayor. No hay descanso. Pues sí lo habrá. Y por decreto. Mañana sábado. Si sigues poniendo en los textos una fecha y un día específicamente es que no te has reciclado al nuevo ambiente internético, que no es tan nuevo ni está tan ambientado algunos días. O sea, hay que decir este sábado, no hoy sábado. Da igual, en un artículo sobre los cansancios no va uno a cansar al lector con semejantes cuestiones técnicas. Bastaría con que los candidatos no nos cansaran a nosotros mucho. Yo para no cansarme de elecciones, para no saturarme y desengrasarme (sería mejor ponerme a régimen) estoy deseando leer ese delicioso reportaje de qué hacen los candidatos en la jornada de reflexión. Alguno siempre tiene perro y lo saca. A otros les gusta aparecer cocinando, no falta quien se retrata en chándal pero siempre siempre dicen, más o menos, que pasean, leen y están con la familia antes del día de las votaciones. Si todo el mundo que dice (en las entrevistas, en la vida real o en el bar) que lee, pasea y le gusta estar con la familia no habría en el mundo paseos marítimos suficiente (ni colesterol, de tanto andar), ni habría incultura y los escritores serían millonarios y todo el mundo habría releído ya tres veces Guerra y paz. Las familias no se romperían. Sus miembros no estarían nunca a solas, siempre todos juntitos. No sé qué sería entonces de la industria del porno. O de los auriculares. A mí me gusta estar con la familia, leer y pasear, pero hoy y mañana son también jornadas propicias para darse un poco al golferío, repasar la colección de sellos, tragarse tres capítulos de alguna serie impresentable y dar paseos, sí pero de una punta a otra del sofá. No descarto beber garrafón. Y si usted está indeciso puede elegir un ocio. O si está indeciso políticamente, ponerse a pensar en a quién votar. Según Moreno Bonilla, líder del PP, en declaraciones de ayer jueves, de este jueves, hay un veinte por ciento de indecisos. Esas guerras de cifras sí nos cansan. A ellos no. Son incansables, que no invencibles.