No puede por menos que mostrarse preocupación a tenor de los resultados salidos ayer de las urnas en Andalucía. Fue una jornada marcada en principio por el retraso en el recuento debido a la falta de papeletas de Equo en Sanlúcar de Barrameda. Superado ese escollo, las votaciones se saldaron con una muy baja participación. No han sido, a tenor de la cantidad de gente que se ha quedado en casa, seductores al máximo los mensajes lanzados por los partidos. Efectuado el recuento, con la victoria insuficiente del PSOE, lo más llamativo es la irrupción de Vox. Doce escaños. Certificado el hundimiento del PSOE, que se queda con 33 escaños, la suma del PP, Ciudadanos y Vox podría gobernar en Andalucía

Por primera vez en la democracia se sienta en un parlamento regional un partido de este estilo. Vox propugna sin recato un discurso duro con la inmigración, al estilo de Salvini en Italia. De tintes xenófobos y machistas, abanderado de un rancio centralismo que incluso propone eliminar las autonomías o recentralizar España. Andalucía ha dado cobijo a esas ideas. Y de qué manera. Veremos cómo evoluciona ese fenómeno y como se enraíza o no en el resto de España, siendo como es Andalucía el primer hito de un largo ciclo electoral que incluirá las municipales de mayo, las europeas y autonómicas de otras regiones y las generales.

En Andalucía son muchas las incógnitas, aunque lo más claro es que podría haber alternancia. Es bueno en democracia que la haya, pero está por ver que un Gobierno compuesto o sostenido por un partido como Vox, que vive de la agitación, pueda traer progreso, tranquilidad y bienestar. Hay mucho que ver. Los partidos han de esforzarse en el diálogo. El PSOE no pierde la esperanza e incluso anoche se alzaban voces partidarias de una conversación a fondo con Ciudadanos sin condiciones previas que pudiera conllevar un ejecutivo andaluz que no fuera el de las tres derechas.

El PP, que ha obtenido un mal resultado, está sin embargo, al quedar segundo, legitimado totalmente para tomar la iniciativa y tratar de formar Gobierno. Esa opción, a la que sus dirigentes anoche no hacían ascos, pasa por contar con los votos de Vox. Un apoyo peligroso. Dudoso, del que quedarían rehenes, si bien Pablo Casado ya advertía con sus declaraciones de que no haría muchos ascos a tal apoyo. Es pronto para sacar o aventurar conclusiones. En las anteriores elecciones el debate de investidura pudo ser fructífero, o sea, se eligió presidenta, al cabo de nada menos que ochenta días.

Toda España mira a Andalucía. Los partidos políticos a nivel nacional toman nota para sus estrategias a la hora de afrontar próximos comicios. Veremos si Vox ha llegado a la política española como flor en una autonomía o para quedarse. Si lo hace habrá sido desde luego por la carta de naturaleza que no pocos dirigentes le han dado nombrándolo continuamente y asumiendo sus propuestas. Y en cuanto a los socialistas, los resultados suponen un enorme varapalo para la otrora fuerza hegemónica, que baja del listón de los 40 diputados, que era la frontera que se marcaron los socialistas para no fracasar y optar a un gobierno de coalición con Adelante Andalucía o con Ciudadanos. Sin embargo, el varapalo ha sido tremendo, con un millón de votos, en números muy redondos, frente a los 1,4 millones de votos de 2015, lo que supone perder casi 500.000 votos en tres años. El cataclismo entre los socialistas es de poco calculables dimensiones. No era lo esperado. Díaz confió quizás demasiado en sus dotes de liderazgo no percibiendo deseos de cambio en la sociedad andaluza. Tiempo habrá de analizarlo, aunque eso, como el éxito de Ciudadanos o el también varapalo sufrido por el PP (que paradójicamente pueda llevarles a gobernar) es asunto para los estados mayores de cada partido.