No era un mero contratiempo, ni una anécdota. Andalucía, histórico feudo del socialismo, ha sido la puerta de entrada de la extrema derecha: Vox irrumpe en el Parlamento andaluz con doce escaños y abre la posibilidad de un gobierno de derechas con la suma de los escaños del Partido Popular y de Ciudadanos.

Las encuestas le concedían hasta seis diputados, y aunque el resultado no estaba garantizado, Vox consiguió convertirse en el centro del debate. Susana Díaz encendió la alarma al final de la campaña y el PP y Ciudadanos se acomodaban ante al efecto Vox.

Pocos, por no decir nadie, han visto venir la tormenta, o mejor, las dimensiones de esta tormenta, la profundidad de lo que se estaba moviendo. Sobre todo el PSOE, que no ha sabido movilizar a sus bases y el resultado ha sido que han recibido un golpe fatal que le ha hecho morder el polvo. La hegemonía socialista en la Comunidad andaluza ya es historia. Los cuarenta años de gobierno ininterrumpido están en coma profundo, al final de su vida.

El PSOE se ha desplomado y no suma con Adelante Andalucía para formar gobierno. Se acabó. A no ser que Ciudadanos, que probablemente haya absorbido buena parte de los votos perdidos por el PSOE, piense que si se entrega a la extrema derecha puede quedar sentenciado en las próximas generales. Su dilema podría haber sido tremendo: o pide repetición de la elecciones, o apuesta por la extrema derecha, o por la extrema izquierda, identificada para la formación naranja en Adelante Andalucía (¿Adónde habrán ido a parar los tres escaños que han perdido?). Pero eso no pasará. Ciudadanos se va a volcar con el cambio en Andalucía. Juan Marín, en su comparecencia tras conocerse los resultados, avisó: «El cambio ha llegado», y su jefe, Albert Rivera, estaba exultante en Sevilla por «echar al PSOE» de la Junta de Andalucía. El bloque de derechas tiene la palabra. Y la pugna entre ellos también está servida, entre el partido que crece (Ciudadanos) y el que tiene más escaños (PP). Los dos, Marín y Moreno aspiran a la presidencia de la Junta y presentarán candidatura.

El malagueño Moreno Bonilla se erige, no obstante, como el líder del posible cambio. Un hombre que no ganaba ni en las previsiones electorales, ni en las apuestas de su propio partido, con la espada de Damocles de Casado apuntándole, después del apoyo a Soraya Sáenz de Santamaría. Ahora todo es distinto. Se ha convertido en el hombre afortunado. El pasado de su papel en las primarias de su partido desaparecerá aplastado por el logro del mantenimiento del PP por encima de Ciudadanos y con su futuro liderazgo del cambio.

El aldabonazo que han recibido los partidos de izquierda en Andalucía les aboca a una profunda reflexión. Susana Díaz reconoció que muchos de sus votantes se quedaron en su casa y ayer centró su comparecencia en cargar contra Vox. La mayoría parlamentaria estará condicionada por un partido con postulados que quedan fuera de la Constitución. Esa es su tesis, ser el dique de contención de la ultraderecha en Andalucía, para que no contagie al resto de procesos electorales que se avecinan en España. Es un intento de poner contra la pared a PP y Ciudadanos, aunque a ellos, de momento, no parece afectarles demasiado.

La segunda parte del resultado de estos comicios es su efecto sobre un probable adelanto de las elecciones generales. Los datos electorales andaluces van a catapultar a Vox, se va a a disparar en las encuestas y va a ganar presencia mediática. El juez Francisco Serrano, candidato de Vox a la presidencia de la Junta, lo dejaba claro también ayer: «Nosotros somos los que vamos a propiciar el cambio, somos un partido regenerador y no lo que cuentan por ahí. Hemos llegado para quedarnos». Un Estado sin autonomías, no al aborto, las mezquitas fuera, un muro en Ceuta y Melilla para que no pasen los migrantes, agravar las penas por los ultrajes a España y derogación de la ley de Memoria Histórica. Casi 400.000 votos respaldan este ideario. No es ciencia ficción. Pellízquense.