George H. W. Bush (Bush-Padre) habría pasado a la historia como el hombre que comandó la Guerra del Golfo, en la que hizo fortuna el eufemismo «daños colaterales» (muerte de cientos de inocentes en ataques mal calculados). Sin embargo gracias a la soberana zafiedad de su hijo George W. Bush (Bush hijo), del primero se recordará el uso medido de la fuerza, en el marco de cierta legalidad internacional. De hecho, tras ganar la guerra (1991), la detuvo sin avanzar hacia Bagdad ni echar a Sadam Hussein, no sólo por respetar aquel marco, sino para evitar el vacío regional de poder en un complejo tablero. Bush-Hijo se cargaría esa estrategia sabia de su papá una década después, con una guerra montada sobre una patraña y empujada por la codicia directa de petróleo. Vindicado Bush-padre, la única esperanza de redención de Bush-hijo se llama Donald Trump, que aún puede acabar haciéndolo bueno.