Para los que conservábamos un resto de ingenuidad el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, nos ha hecho el favor de aniquilarla. La prioridad es que el PSOE «no siga gobernando Andalucía» y para eso el señor Villegas y sus compañeros no descartan nada. Se refiere así el señor Villegas, indirectamente, a que no rechazan pactar con la ultraderecha que el pasado domingo consiguió una docena de diputados. Vox está dispuesta, por supuesto. Y sin solicitar entrar en el Gobierno. No le conviene en absoluto. Dejarán gobernar al PP y Ciudadanos y a los tres meses comenzarán a despellejarlos desde la tribuna de oradores. Proclamarán que le brindaron una oportunidad a la derecha del establishment para limpiar Andalucía y que la derecha tradicional ha fracasado. El partido de la ciudadanía consentirá en sepultar su liberalismo progresista y europeísta bajo un montón de mierda franquistoide a cambio de cuatro o cinco consejerías. Muchos todólogos y algunos politólogos cuentan que España se ha incorporado a las dinámicas populistas de la política europea y ya cuenta con su ultraderecha. Y es cierto. Solo que, si la ultraderecha ha tardado, la proclividad de la derecha tradicional y de un supuesto centroderecha alternativo a pactar con ella se ha manifestado fulminantemente. En la UE se ha visto a las derechas tradicionales - más o menos moderadas o duras - dudar o incluso rechazar cualquier componenda con fuerzas ultraderechistas o posfascistas. En España apenas habían cerrado los colegios electorales y el PP y Ciudadanos cantaban victoria sumando a Vox a un bloque parlamentario antisocialista.

La izquierda ha perdido más de 700.000 votos en Andalucía. El PSOE ha sufrido un desgaste brutal y Adelante Andalucía logra menos diputados que la suma de Podemos e Izquierda Unida en 2015. Lo primero es histórico, lo segundo patético. Los socialistas se han desgastado durante cerca de cuarenta años en el Gobierno autonómico, Podemos e Izquierda Unida, en la oposición. El PSOE-A ofrecía un continuismo con detalles de ciencia-ficción y una retórica reformista tan triunfalista como exhausta; Adelante Andalucía un programa para su entera satisfacción intelectual y moral en cuyo preámbulo podía leerse que la autonomía andaluza era básicamente «estética», porque no existía «auténtico autogobierno». Si desde Sevilla no podía decidirse libérrimamente sobre la gestión de la cuenca del Guadalquivir o las bases militares, ¿qué autogobierno es ese, mi alma? Por supuesto, la responsabilidad de la derrota no es suya, sino de Susana Díaz y el PSOE. Y así todo seguido. Lo mismo. Lo mismo que en los últimos cuarenta años. Cuarenta años para no aprender a responsabilizarse de sus errores, de sus espejismos, de sus fracasos. Llovían los tuits sobre la estupefacción, la impotencia y la imbecilidad. El feminismo, Sevilla, la República Catalana serán la tumba del fascismo. El mismo día en que la ultraderecha conseguía 400.000 votos y la izquierda se hundía en las urnas.

Ha ganado la sentimentalización feroz de la política con estampas de machotes galopando a caballo hacia un país sin moros, negros, socialistas ni feministas, ha ganado el espantajo xenofóbico de los inmigrantes como fuentes de todo peligro e injusticia, ha ganado la inflamación de un reverdecido nacionalismo español frente al independentismo catalán, ha ganado la desconfianza medular hacia el sistema de partidos y la burla o el desprecio hacia la democracia misma. El votante de izquierda se ha desmovilizado en las urnas tal vez como primer paso hacia la desmovilización política definitiva. Ya lo dijo Machado, por supuesto: «Algunos desesperados/sólo se curan con soga;/ otros con siete palabras:/ la fe se ha puesto de moda».