De un tiempo acá todos los escenarios desembocan en 'el ciclo'. El ciclo, los ciclos, a los que me refiero, son una especie de ríos figurados de inagotable caudal, que dan el pie de obra a los tecnócratas de papier-mâché para enredarse en sofisticadas componendas psudocientíficas y batiburrillos barnizados con lacas, betunes y esmaltes de sabiduría pasados de fecha.

La tribu política en ejercicio, cuando se marcha por la brusca patada en el trasero recibida, oficialmente se marcha «porque ya ha cumplido su ciclo y porque es momento de dejar paso a la savia nueva». O sea, toda una demostración de fingida generosidad. Sin embargo, cuando, aun muriéndose de ganas de ocupar posiciones de más enjundia, no hay nadie que los impulse mediante una patada hacia arriba, que es la manera natural de hacerlo en política, permanecen en sus indeseados viejos puestos «por responsabilidad, por pundonor, por sentido del deber y, sobre todo, porque aún les quedan muchas cosas por hacer antes de cumplir su ciclo». La picaresca y la camastronería son rasgos comunes a muchas actividades, pero en ninguna se dan con la persistencia a ultranza que se manifiesta en la tribu política. Sé que existen políticos no pícaros y no camastrones, pero yo solo conozco uno. Quién sabe, quizá algún día de los próximos setenta años conozca otro...

La tribu turística tampoco vamos mal en el desmedido uso del florete equivocado cuando nos referimos al ciclo turístico. Ahora, en estos precisos instantes, no hay turístico que se precie de serlo que no esté «intelectualmente convencido» de que la actividad turística se encuentra en las postrimerías de un viejo ciclo, en el germen de uno nuevo, o en ambas cosas a la vez, lo que significaría el cierre del círculo como principio iniciático. Y digo yo, ¿por qué nos enredaremos todos en paradigmas cíclicos si la realidad turística no tiene ciclos, sino escenarios? El turismo es una actividad que se lleva a efectos en escenarios miltidimensionales y es en estos escenarios en los que se producen las tendencias y los cambios. Nada que ver con los ciclos, porque los ciclos, para verificarse como tales, deben morir, cosa harto difícil en el caso del turismo, aunque algunos, con nuestras acciones y omisiones, nos empeñemos en matarlo varias veces cada temporada.

El turismo nunca estuvo, ni estará, al principio o al final de un ciclo, sino que permanentemente vive y vivirá en escenarios que se transforman. Obviamente, ninguna de las transformaciones, ni las habidas ni las por venir, se produjeron ni se producirán de súbito, por arte del birlibirloque mientras que los sapiens implicados en la actividad turística dormimos la resaca de nuestras gracias y nuestras desgracias, sino que cada transformación turística de las habidas tuvo lugar mientras nosotros elaborábamos sesudos planes turísticos cuyas líneas de horizonte flotaban ingrávidas en algún punto inconcreto entre la punta de nuestra nariz y la próxima temporada. Por cierto, miedo me da el novísimo Plan Estratégico Nacional de Turismo Sostenible con horizonte en 2030 con el que amenaza nuestra Secretaría de Estado de Turismo, pero sepamos esperar...

Mientras no tomemos consciencia de que el turismo como actividad compleja es deconstruible y, por lo tanto visualizable analíticamente por partes. Mientras no tomemos consciencia de que, salvando las distancias, el turismo es como la energía, en el sentido de que no desaparece, sino que se transforma. Mientras no tomemos consciencia de que aunque los destinos turísticos vendemos turismo, los consumidores turísticos lo que compran no es turismo, sino sueños. Mientras no tomemos consciencia de que cada ensoñación de cada consumidor turístico es una fórmula magistral individual basada en las emociones. Mientras no tomemos consciencia de que la emoción es deconstruible y sentible por partes, no estaremos en disposición de arrostrar el reto de mantener una oferta turística en permanente transformación evolutiva sin pérdida de su esencia, que, a fin de cuentas, es y será el único elemento diferenciador imposible de copiar por la competencia.

El turismo, es una actividad y una consciencia que exige asimilar que la deconstrucción turística a la que aludo no implica destrucción ni disolución, sino que va en el sentido de analizar en profundidad las estructuras que conforman el turismo como actividad soñada por el hombre, por un lado, y los atributos de los destinos que aspiran a satisfacer las necesidades del consumidor turístico, por otro. Eso es todo.