El momentum Vox acapara la atención. Fruto del corrimiento del voto a la derecha en Andalucía, no estábamos acostumbrados a este tipo de fenómenos que en otras democracias liberales europeas llevan intentando asimilar desde hace un tiempo. Aquí, en cambio, la vía de escape de la indignación sólo anidaba en la extrema izquierda, ahora la tenemos también en la extrema derecha. Podemos y Voxemos proceden de una desafección al establishment, ambos pretenden enmendar la Constitución por distintos motivos pero en ninguna de las dos organizaciones, pese al tono de sus dirigentes, nadie ha dicho por el momento que pretenda derribar la puerta para traspasarla. Los que en ese sentido sí han intentado hacerlo son los independentistas catalanes. De los enemigos del sistema de libertades son los que se han expresado con verdadera nitidez. El podemismo se ha situado a veces cerca de ese fenómeno soberanista y, como reacción, ha irrumpido el voxismo. Es todo, no hay que ponerse nerviosos. Estas situaciones no son nuevas, a lo largo de la historia se han repetido dependiendo de las circunstancias y del momento. En este país dos manifestaciones de signo distinto, marchando una en frente de otra, han acabado algunas veces en guerra. Pero, afortunadamente, la intensidad con que se repite la historia no es siempre la misma. La extrema izquierda, erigiéndose en defensora de la democracia, ha estrenado una 'alerta antifa' inspirada en el '¡no pasarán!' del 36, que no es más que una interpretación errónea de la historia y de la magnitud: una grotesca desproporción que evidencia la falta de respeto por los votos.