Pedro Sánchez se fue el otro día a decirle a Pedro Piqueras que no trabaja con hipótesis. Es decir, fue a decirnos que no hace su trabajo. Un estadista, incluso un político, ha de trabajar con anticipación, con visión de juego, barajando escenarios, manejando tiempos. Acariciando, evitando o propiciando las hipótesis.

-Qué pasa si no le aprueban los presupuestos?

-No trabajo con hipótesis.

No trabajar con hipótesis es lamentable. Se puede trabajar incluso sin tesis. O sin síntesis. Pero no sin hipótesis. Toda una declaración de principios o más bien de finales. No trabaja con hipótesis. Es decir, está desprevenido ante el imprevisto, desguarnecido ante lo inesperado, desprotegido hacia el porvenir. No trabaja con hipótesis. Con la hipótesis que no trabajaba es con la de que Susana Díaz perdiera. Por eso la reacción ha sido cambiante. Primero, una invitación, vía Ábalos, a que se marche. Susana Díaz. Luego, recular. Díaz entretanto se agarra a un imposible: presentarse a la investidura o bloquear y que se repitan elecciones. Mientras, Moreno Bonilla da ruedas de prensa presidenciales, prometiendo ya cosas y prometiendo no hacer cosas, incluso, como el metro al Civil. Como si todo estuviera hecho. Tiene que hacer pasar a Juan Marín, líder de Ciudadanos, por el aro. El concurso de Vox ya lo tiene asegurado. Pero los naranjas insisten en que la presidencia sea para ellos. Lo que Sánchez quiere, con este volantazo de llevar las cuentas del Estado al Congreso en enero es visualizar rápido que tiene proyecto y puede seguir en Moncloa o escenificar prontamente el divorcio con el independentismo. O sea, dos hipótesis. Al fondo de todo, todo condicionado, sí, guste o no, por el aliento de Vox. Más compadreo con los indepes más votos a Vox. La política española gira a estrivox. Los partidos continúan estos días haciendo balance. Parecen contables en vez de líderes. Pero pocos, salvo Vox y Ciudadanos cuentan los votos con agrado. Han perdido mucho los demás. El norte y ahora el sur, o sea, Andalucía, su Gobierno. En medio de todo este panorama, éramos pocos y parió el CIS. Cualquier día le dan una estrella Michelin por aquello de la cocina. En la encuesta, todos los líderes políticos bajan en nota, en apreciación ciudadana. Ninguno llega al cuatro y el más valorado es el que trabaja sin hipótesis. La más verosímil es que pasemos las navidades en ascuas, o sea, sin Gobierno andaluz y sin tener claro si tendremos presupuestos. España es una incógnita cargada de bolsas de regalos y langostinos. Las comidas y cenas familiares van a estar más politizadas que nunca. Como hipótesis lo digo.