Porque han sido cuatro. Los que han perdido el norte y no ven las cosas con claridad. Cuatro a los que no les sienta bien perder, o ganar. Cuatro que han conseguido que la resaca del domino electoral esté siendo más larga y dolorosa de lo que se esperaba. Cuatro fueron, los que se quedaron en casa el 2 de diciembre. Cuatro de cada diez andaluces con derecho a voto, que se quejan pero no votan, o que están tan cansados que no quieren ejercer su legítimo derecho, o a los que no se les ha sabido transmitir que no más que un derecho es un deber, una obligación, votar para que las cosas cambien o votar para que no cambie nada (¿Dónde habrá escuchado yo esto?). Cuatro, cuatro fueron los que se olvidaron de la gente. Susana, Juanma, Juan y Teresa. Se olvidaron de contarle a la gente por qué es tan importante una jornada electoral, los verdaderos motivos por los que uno tiene que sacar media hora para acercarse al colegio a votar que no son, ni de lejos, las consignas que hemos escuchado hasta la saciedad durante las dos semanas de campaña: «Vótame para echar a esta», «Vótame a mí, no vaya a ser que lo que venga sea peor» o los aún más edificantes «Yo con esa no voy ni a la vuelta de la esquina, manque gane». Con los mensajes de estos cuatro, con esos cuatro de diez que decidieron no hacer nada el pasado domingo y con unos resultados sorprendentes, sí; inesperados, también, pero justos y democráticos, han sido otros cuatro los que han liado esta semana. Cuatro majaras reventando contenedores, escaparates y lo que encontraran a su paso porque no están de acuerdo con el resultado electoral. ¿Hay algo más ridículo, más antidemocrático y más fascista que eso? Es mi Scattergories y me lo llevo. Qué razón llevaba el otro día Jose María de Loma cuando decía en su palique que menos mal que no les dio a los señalados por mandar a su gente a la calle. Habrían sido cinco, y no cuatro, los majaras. Y alguno de esos cuatro me dirá que no eran cuatro, que fueron miles y en muchas ciudades de España los que salieron a protestas por el avance (democrático) de la extrema derecha ahora en Andalucía y, veremos en mayo, en el resto del país, que hay que pararlos, que no puede ser, el «no pasarán», etc... y yo le respondo, compartiendo su cabreo y su preocupación, que el momento de salir a la calle era el domingo y que la forma no es liarse a pedradas con una sede, si no metiendo un papelito en una urna. Porque en democracia, como en el juego, el papel vence a la piedra. Pensar lo contrario es de idiotas.